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Columna
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¿Música celestial?

Las personas tenaces nos producen admiración. Que alguien se someta a una faena sin recompensa inmediata nos asombra. Que además ese esfuerzo se mantenga durante años nos pasma a los caprichosos, que nos hacemos promesas vanas: eso que se llama música celestial. ¿Para qué batallar si el premio es tan exiguo?, nos decimos.

La reiteración es fastidio. O no. Comemos todos los días y eso no nos aburre. Qué remedio: es una necesidad. Lo hacemos y punto. Pero para evitar el tedio variamos la dieta probando esto o lo otro, quizá con la esperanza de hacer algo distinto, de paladear sabores nuevos.

Si tenemos una habilidad y la cultivamos, lo más probable es que debamos repetir y repetir con insistencia hasta mejorar gradualmente, de manera casi imperceptible. Solo a largo plazo obtendremos rendimiento. En cambio, devorar un bistec una y otra vez no nos mejora: simplemente nos cansa. Por bueno que sea, acabaremos hartos. El ejemplo es de Jon Elster.

Un buen filete es un buen filete, pero si todos los días nos alimentamos a base de ternera, lo normal es que acabemos detestando ese sabroso alimento. O teniendo gota, no sé. En cambio, quien aprende a tocar un instrumento musical sólo verá progresos lentos si repite y repite, si se entrega, si insiste. Para quienes no tenemos oído ni capacidad, esa disciplina nos maravilla. O no tanto, pues quienes lo hacen tienen recompensa, lenta, pero la tienen.

De eso, de enseñar y de recompensar inmaterialmente, se ocupa el Centre Instructiu Musical (CIM) de Benimaclet. En 2010 cumple los 100 años de vida. Dispone de orquesta, banda, coro, rondalla y escuela. Quienes vivimos en este barrio de Valencia es raro que no tengamos algo que ver con el CIM. Hijos, amigos, conocidos, jóvenes y adultos acuden a aprender la música que a algunos nos está vedada: solfeo, instrumentos, actuaciones, actividades que requieren mucha disciplina y repetición, precisamente.

Perdonen que ahora les diga algo archisabido: no hay como una agrupación musical para aprender qué es la vida ordinaria, la nuestra, que tiene alguna sorpresa y mucha reiteración. Por un lado, has de esforzarte si deseas obtener rendimientos; has de cultivarte si esperas lograr algún fruto, sabiendo que una parte de lo que haces es monótono, tedioso. ¿O es que acaso esperabas tocar el piano y el chelo en un santiamén? Por otro, los éxitos individuales, los méritos, son inconcebibles sin el concurso de los demás, de esos que también aprenden y te acompañan. Es decir: somos poca cosa sin su auxilio.

Esto que les cuento parece un asunto trivial. Pero qué quieren: cada vez que asisto a un concierto de los que programa el CIM de Benimaclet, envidio la recompensa de sus virtuosos, el trabajo bien hecho y repetido. Esto, señores, no es música celestial.

http://justoserna.wordpress.com

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