Entre chatarra y hierbajos
Una fábrica de aceites obsoleta y una antigua escuela deportiva hipotecan el crecimiento del barrio de Natzaret en Valencia
Sucede en muchos barrios: albergan algo que les marca, que condiciona su carácter y define su centro de gravedad, para bien o para mal. Ocurre por ejemplo en el barrio de Exposición, hogar del estadio del Valencia CF, el Mestalla. Si un forastero necesita llegar y pide indicaciones, la respuesta será: ¿Sabes dónde queda el campo de fútbol? Y a partir de ahí, el resto. En el caso de Natzaret, la barriada anclada a Valencia por el puente de Astilleros, el puerto es su principio y fin, su Mestalla, el origen o consecuencia de cualquier charla sobre su situación.
Hace décadas, antes de la ampliación de las instalaciones portuarias, Natzaret gozaba de la playa como hoy El Cabanyal o la Malva-rosa. El puerto creció hacia el sur y Natzaret perdió uno de sus principales activos. Y no solo eso, pues la autoridad portuaria controlaba desde antes dos espacios gigantescos entre sus fronteras y las casas del barrio: una fábrica de aceites ahora en desuso y una antigua escuela deportiva que gestionaba el arzobispado.
La factoría tiene concesión para ocupar el suelo hasta 2022
El puerto lanzó un plan para la zona del que no se sabe nada
La fábrica es impresionante. Altísimos y viejos silos de obra y otros nuevos de metal; cintas transportadoras oxidadas, cristales rotos, edificios camino de la chatarra y cientos de palomas con sus plumas y deshechos por doquier. No hay nadie, no se hace nada. La empresa podía explotar la planta hasta 2022, fecha en que vence la concesión, pero decidió buscarse otro puerto y abandonar las instalaciones de Valencia. La asociación de vecinos reclama ahora a las administraciones que recuperen el suelo y lo destinen a zonas verdes y equipamientos públicos. "Mientras tanto, alguien debería encargarse de vigilar la fábrica y su desmantelamiento", razona Julio Moltó, representante de la asociación. Cada vez que habla de la fábrica, Moltó critica los silos, tan cerca de las casas. "Es que trabajaban con disolvente. Imagina si eso llega a explotar... ¡es que se cargan el barrio entero!". Explotar no, pero la fábrica sí ha generado problemas medioambientales al barrio, desde incendios hasta vertidos.
Luego está el caso de Benimar. Pegada a la fábrica de aceites, el arzobispado de Valencia administraba esta popular escuela deportiva. El titular del suelo es también el puerto y cuando la iglesia renunció, los terrenos quedaron de nuevo bajo su tutela. Se trata de un caso similar al de la aceitera, aunque aquí las administraciones, ya sea el Ayuntamiento, la Generalitat o el propio Estado, no tienen que recuperar nada. Pero, al menos de momento, el terreno se desperdicia.
El puerto preparó hace más de un año un plan para regenerar su frontera con Natzaret. Contemplaba la construcción de edificios de seis a 20 plantas y zonas verdes. Al principio se consultó a los vecinos, se les prometió agilidad y un futuro casi dorado. De momento solo ven chatarra y hierbajos.
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