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Crónica:SILLÓN DE OREJAS
Crónica
Texto informativo con interpretación

Nievan librotes y libritos

Manuel Rodríguez Rivero

La prensa anglosajona, muy madrugadora en cuestiones navideñas, ya ha comenzado su tradicional bombardeo de los Books of the Year, todo un clásico en la prescripción del regalo para estas entrañables que se nos vienen encima (y directas a bolsillos particularmente telarañosos). Se convoca a escritores, "expertos", famosos y famosillos, y se les invita a que pongan negro sobre blanco los mejores libros que se han publicado en el año. Aquí somos más perezosos y lo dejamos para más adelante, sin darnos cuenta de que cuando se publican las listas ya suele estar todo el pescado libresco vendido, algo de lo que se quejan los libreros, muy ocupados últimamente en devolver al remitente buena parte de la agobiante avalancha de novedades recibidas en las últimas semanas. En mi trabajo de campo me encuentro con varias novedades en lo que a formato se refiere (no se alarmen: no voy a hablarles de los e-books que, por otra parte, ofrecen la ventaja de que no se les caen las páginas). En esto de tamaños y pesos, todo depende del modo en que el editor se imagine el mercado. Hay quien cree que el lector, con un presupuesto adelgazado, preferirá tochos que reúnan a buen precio diversas obras de un solo autor de renombre (en plan "más por su dinero"). Por limitarme al terreno de la ficción, así surgen esos "ómnibus" tan de moda de los que doy algunos ejemplos que he seleccionado de entre una altísima pila que hace equilibrios a la vera de mi gastado sillón de orejas: Narrativa completa, de Valle-Inclán (Espasa, 60 euros); Las novelas de Santa María, de Onetti (RBA, 35 euros); las Obras, de Voltaire (Gredos, 59 euros): los Cuentos reunidos, de Bowles (Alfaguara, 24 euros); el Ómnibus Jeeves, de Wodehouse (Anagrama, 24,50 euros). Eso sin contar otros tochos individuales y más bien chinos como El sueño del pabellón rojo, de Cao Xuequin (Galaxia Gutenberg, 50 euros) o las dos versiones competentes (Atalanta y Destino) del Jin Ping Mei. Pero el formato más llamativo y estimulante es el de los Librinos (sic) que acaba de lanzar Ediciones B, una editorial que parece estar saliendo de su particular purgatorio del último año. Se trata de una serie de minilibros (12×8 centímetros: la mitad de un "bolsillo" tradicional), encuadernados en tapa dura (¡y con los pliegos cosidos!), en papel semibiblia, de peso muy reducido (el más grueso, ¡de 1.368 páginas!, pesa 208 gramos y sólo tiene 24 milímetros de milagroso lomo) y con el texto colocado de forma apaisada, lo que permite sostenerlos cómodamente con una sola mano, mientras con la otra uno se sujeta a la barra del metro o del autobús (o, en fin, ustedes verán lo que hacen). La idea original -son "monísimos", dijo mi octogenaria madre cuando se los enseñé- es holandesa (los célebres Dwarsligger de Jongbloed, un sello especializado en biblias). La editorial española (felicidades, Ricardo Artola) ha lanzado seis títulos (120.000 ejemplares) al mercado, todos provenientes de su catálogo de best sellers (autores como Anne Rice, Katzenbach, Neville, Ahern, etcétera), pero estoy convencido (y ellos también deberían estarlo) de que si funcionan comercialmente publicarán pronto cosas mucho más interesantes. Ah, y su precio (único) es de 9,95 euros, lo que, sin duda, hará pupa a las colecciones tradicionales de bolsillo. Los "librinos" ("dwarsligger", el nombre holandés es más agresivo y podría traducirse como "incordiantes", "puñeteros") tienen, desde luego, lejanos antecedentes españoles. Para comprobarlo, rescato de mi cofre de nostalgias algunos títulos de la estupenda "enciclopedia pulga" (7,5×10,50) de los años cincuenta, así como unos diminutos (5×7) cuentos de Calleja (también de los cincuenta), y termino la excursión con los Alianza Cien (7×14,50) que se inventó en los noventa Rafael Martínez Alés (con quien, por cierto, trabajaba entonces Ricardo Artola) cuando dirigía la editorial del Grupo Anaya. Ya ven, librotes y libritos para unas navidades escasas de pasta gansa. Ahora sólo falta quien los compre.

Poetas

Cuento mis ahorros, me rasco los bolsillos y, como última providencia, intento el sablazo a los amigos (pero todos están a la cuarta pregunta, y varios bajo régimen de ERE), de manera que no hay nada que hacer: estoy muy lejos de reunir los 350.000 dólares que me pide Lame Duck (www.lameduckbooks.com), una estupenda librería de Cambridge (Massachusetts), por una primera edición (1922) de The Waste Land (Tierra baldía) con dedicatoria autógrafa de T. S. Eliot al gran poète français Paul Valéry. Fetichismos inalcanzables aparte (tampoco llego a los 137.500 que cuesta un lote de cartas y libros de F. G. Lorca, fechados entre 1917 y 1924), busco consuelos poéticos más asequibles en obras publicadas recientemente. Vaso Roto, ya una referencia ineludible en la edición de poesía, se acerca al árbol navideño (este año me he visto obligado a sustituirlo por una poinsettia enana: seguro que saben de qué hablo) con dos novedades que me reservo para llevarme a la isla desierta en 2012 (les explico en verso cómo están las cosas: si gana Rajoy, me voy / y a Zapatero ya no le quiero). El primero es Una mosca en la sopa, estupendas memorias de infancia (transterrada) y juventud (perpleja) de Charles Simic, uno de los grandes poetas norteamericanos de hoy. El otro es la Poesía, de Ossip Mandelstam, que reúne (en edición bilingüe y traducción de Aquilino Duque) los tres poemarios que el ruso publicó en su asendereada vida. Además de los ya citados, mi amiga Susana Rodríguez me advirtió de la publicación de otros dos sendos poetas españoles que sigo especialmente: Adulto extranjero (DVD ediciones), de Martín López-Vega, y Ashes to Ashes (Junta de Extremadura), una colección de 14 poemas de Ada Salas compuestos a partir de otros tantos dibujos de Jesús Placencia realizados a partir de versos de, precisamente, T. S. Eliot (Cuatro cuartetos).

Pecé

Allá lejos, en mi loca juventud, el "partido" era por antonomasia el pecé, y conste que ni yo tenía entonces ordenador, ni militaba con los que consideraba burócratas neoestalinistas. Como, gracias al revisionismo histórico (y al quilombo organizado desde la derecha a cuenta de la recuperación de la memoria de los vencidos), volvemos a vivir en un país de pasado impredecible, conviene regresar a historias más serias que las de Pío Mora, aquel dirigente de otro "pecé" (esta vez "reconstituido": la matriz de los GRAPO) que hoy quizás se encontrara a la derecha de Onésimo Redondo (lo que es la vida, tan sorprendente en su incesante fluir). Lo último (que merece la pena) sobre el papel del (verdadero) PCE en la Guerra Civil es Guerra y Revolución (Crítica), una muy documentada monografía (682 páginas) de Fernando Hernández Sánchez que, por si no se acuerdan, fue coautor con Ángel Viñas de El desplome de la República (Crítica). Si quieren comprender en profundidad los motivos por los que aquel partido (que nunca llegó a tener más de 350.000 militantes en su gran momento de 1937, y un máximo de 200.000 a principios de la Transición), tuvo un papel decisivo en aquella guerra lejana y (testarudamente) cercana, no dejen de leerlo. Se entera uno de muchas cosas.

Ilustración de Max.
Ilustración de Max.

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