Quejas por el estilo impulsivo y autoritario de Sarkozy
"Su omnipresencia e hiperactividad amenazan su imagen", afirma uno de los informes que perfilan al presidente francés
Pasado el ecuador de su mandato presidencial, hace un año, la Embajada de EE UU en París reconoce que Nicolas Sarkozy sigue siendo, a pesar de su polémica personalidad, el líder indiscutido en Francia. Pero su creciente ambición en la escena internacional es observada con atención por el Departamento de Estado, que sigue de cerca sus pasos en Oriente Próximo o entre potencias emergentes como Brasil que puedan obstaculizar la política exterior de EE UU.
"Su impaciencia en la búsqueda de resultados y su deseo de llevar la iniciativa nos obliga a canalizar sus impulsivas propuestas de forma constructiva", advierte el embajador a sus superiores en Washington. EE UU constata con inquietud que Sarkozy carece de mecanismos de freno -políticos, personales o ideológicos- para sus ambiciones globales. "Premia a quienes siguen sus órdenes y marginaliza a quienes plantean una opinión distinta o cometen errores, como les ocurrió a la ministra de Justicia, Rachida Dati, y a la secretaria de Estado de Exteriores, Rama Yade", advierte el telegrama diplomático.
Con su personalidad despótica, corrige a sus colaboradores, incluido el primer ministro
"Nadie se atreve en el Elíseo a decir que el emperador no está vestido del todo"
"Sarkozy tiene una marcada tendencia a corregir las faltas de sus colaboradores, incluso a su propio primer ministro (...) con un estilo personal autoritario", escribe el embajador en París poco antes de la primera visita oficial del presidente francés a EE UU, en noviembre de 2007. "Su omnipresencia e hiperactividad amenazan su imagen", agrega, antes de señalar que su reciente divorcio pueda afectar también a "su equilibrio personal".
En un mensaje secreto que dirige el embajador a la Casa Blanca cuando Obama se dispone a viajar por primera vez a Europa, en la primavera de 2009, se advierte: "Sarkozy
[con quien se iba encontrar el mandatario de EE UU en en la cumbre de la OTAN, en Estrasburgo] es el presidente francés más proamericano desde la II Guerra Mundial (...) pero parece decepcionado por no haber sido el primer líder europeo invitado a Washington".
"El poco presidencial exhibicionismo de su vida personal ha afectado a su popularidad", insiste el embajador en el mes de mayo, en un nuevo mensaje previo a la visita oficial de Obama a París. "Pero al menos ha dejado de lado la vocación gaullista francesa de cuestionar la posición hegemónica de EE UU en los asuntos internacionales".
Los contactos de la Embajada estadounidense en El Elíseo refieren hasta qué punto se cuidan de irritar o desagradar al presidente al referir una anécdota. El avión presidencial fue desviado de su ruta habitual para evitarle a Sarkozy la vista de la torre Eiffel iluminada con los colores de la bandera turca. El alcalde socialista de París así lo había decidido, como responsable de la gestión del monumento, con motivo de la visita del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan.
EE UU es consciente también de que muchos de los altos funcionarios del Elíseo ha sido recompensados con importantes nombramientos tras finalizar su gestión precisamente por no cuestionar nunca al presidente, lo que siembra dudas, a juicio del embajador, sobre "si sus sucesores serán capaces de señalar con el dedo cuando el emperador no esté vestido del todo".
La diplomacia de EE UU resalta en sus informes el abierto apoyo de Sarkozy a Washington, a pesar de haber iniciado su mandato ante una Administración (la de George Bush) muy impopular en Europa en esa época. Dos telegramas anteriores a la llegada de Sarkozy al Elíseo dan noticia del interés del político conservador francés por congraciarse con Washington. En marzo de 2005, el ex ministro de Asuntos Exteriores, Hervé de Charette (1995- 1997), tiende la mano -"en un gesto sin precedentes", escribe la Embajada en París- a la amistad y la colaboración con Washington. "Aparentemente", según anota el embajador Howard Leach, "actúa en nombre del presidente de su partido [Sarkozy]" . De Charette habla de superar el "embarazoso" giro dado a las relaciones con EE UU por el presidente Jacques Chirac con su negativa a votar en la ONU, en febrero de 2003, la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU previa a la guerra de Irak.
En septiembre de 2006, a menos de un año de las elecciones presidenciales, es el propio Sarkozy quien se comunica con la Embajada en París poco antes de ser recibido por George Bush en Washington. El entonces ministro del Interior dice sentirse "orgulloso y honrado" por el encuentro, a pesar de que admite que Chirac le ha presionado para que no viaje a EE UU.
Pero Sarkozy parece haber tenido que trabajar duro para mejorar sus deterioradas relaciones con Angela Merkel, con el fin de crear un tándem coordinado al frente de la política europea. Una fuente diplomática alemana, para la que se reclama protección en un despacho secreto, describe la tormentosa reunión celebrada el 10 de diciembre de 2007 entre la canciller alemana y el presidente francés en París: "Sus personalidades son como el agua y el fuego en medio del caos que genera la hiperactividad de Sarkozy".
A finales de 2009, EE UU se sorprende de que el presidente francés se haya reunido ya nueve veces con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en el transcurso de dos años. La Embajada en París titula su despacho con un punto de poesía. "Francia y Brasil: el comienzo de una historia de amor". Los estadounidenses siguen con interés la agenda internacional del Elíseo: su nueva política africana, que implica modernizar las bases militares francesas en la región; su interés por agradar al rey de Marruecos, mediante el apoyo expreso al plan de autonomía de Rabat para el Sáhara Occidental, o su empeño en hacer negocios con Arabia Saudí.
Pero las fuentes saudíes consultadas por la Embajada de EE UU en Riad hacen una descripción crítica sobre el tono de los encuentros entre el presidente Sarkozy y el rey Abdalá. Se quejaron también de que evitara probar los tradicionales platos de comida árabe. Pero sobre todo, los funcionarios de Riad se quedaron perplejos cuando Sarkozy les presentó una lista con 14 contratos de venta que pretendía firmar durante su visita y en los que figuraba el precio oficial y los descuentos detallados que estaba autorizado a ofrecer.
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