Una duda
Escribo este artículo en una situación muy incómoda para una columnista. Cuando ustedes lo lean, yo aún estaré cruzando el Atlántico en un avión, rumbo a la Feria del Libro de Guadalajara, Jalisco, destino inmejorable, por otra parte, para una novelista. Por eso, aunque comparto la intuición de Zapatero y Rajoy acerca de su importancia, no puedo ocuparme de los resultados de las elecciones catalanas, que solo habré conocido después de pisar la otra orilla del océano.
Si me dedicara a la especulación financiera, tal vez me atrevería a hacer una profecía, con la secreta esperanza de que se autocumpla. Como no es así, y mi optimismo congénito solo conduce a que me estrelle, una y otra vez, contra una realidad hostil, voy a complacer al señor González Pons. Él, o el muñeco robotizado que, en su lugar, y con su cara de buen chico de colegio de pago, dice cosas terribles sin que se le mueva un pelo, insiste mucho en la angustia que la duda siembra entre los españoles. Como yo también dudo, y me angustio, acudo a él en busca de auxilio espiritual.
Si la estrategia del PP consiste en provocar a cualquier precio unas elecciones anticipadas, por el procedimiento de hacer vaticinios catastróficos acerca de la situación económica, de la que culpan al Gobierno actual como si la crisis no existiera fuera de España..., ¿por qué tienen tanta prisa en llegar al poder? ¿No les preocupa que su campaña de desconfianza, que incentiva la de los mercados, se vuelva contra ustedes cuando tengan que gestionar la economía? ¿O es que los especuladores les han prometido que sus ataques cesarán en el instante en que un Gobierno de derechas haga una política destinada a satisfacer sus intereses, liquidando definitivamente el Estado de bienestar? Señor González Pons, esta es mi duda. Le agradecería en el alma que me la resolviera. Muchas gracias.
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