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Enemigo a las puertas

Santiago Carbó Valverde

El rescate de Irlanda ha precipitado un nuevo episodio de incertidumbre respecto al futuro de la economía española, que se ha situado ahora como foco de potenciales problemas en esta crisis de deuda soberana. Se trata de una nueva batalla, decisiva, por la credibilidad de España como proyecto económico. Una contienda contra especuladores y euroescépticos porque, en definitiva, lo que está en juego es el propio euro, que ahora pasa por España e incluso Italia. El enemigo está a las puertas, los mercados comienzan a crear tendencia y la prima de riesgo aumenta. La defensa debe ser ahora más firme y contundente que nunca e incluso convertirse en un contraataque.

La batalla ha de librarse reuniendo más de un ejército para atender diferentes frentes. Por un lado, es ahora más que nunca el momento de Europa. Alemania y Francia fueron importantes financiadores del crecimiento español y acumulan gran parte de nuestros títulos de deuda. Hoy tienen una responsabilidad no ya como socios, sino como inversores. Por otro lado, en España va a ser preciso un esfuerzo adicional de señalización, transparencia y compromiso con las reformas con toda celeridad.

La transparencia informativa es nuestra mejor arma para evitar el contagio
Mejor pasarnos que quedarnos corto, porque esta crisis devora a los dubitativos

¿Qué hay de plausible en los temores respecto al proceso de consolidación fiscal y recuperación económica en España? El problema está en la deuda, siempre ha estado ahí. Principalmente en la deuda privada y en la capacidad para afrontarla.

En España, buena parte del ajuste de los precios inmobiliarios aún parece que está por producirse. Los inversores esperan, por natural y necesaria, esta corrección, la absorción del stock inmobiliario y la reactivación de las compraventas que faciliten a muchos hogares y empresas reequilibrar su posición financiera.

Dado que la capacidad para atender la carga del endeudamiento depende de forma muy importante de la salud y crecimiento de la economía, todos los ojos están puestos en la agenda de reformas. Se trata de un conjunto de medidas de los más ambiciosos a escala internacional. Pero los inversores no solo quieren saber que hemos comprado un fabuloso juego de herramientas, quieren escuchar los martillazos y quieren oírlos ya. Aun cuando parece acertada la política de insistir en las reformas actuales más que anunciar y prometer nuevas, la de las pensiones sí que parece urgente, al constituir un aspecto crucial de la sostenibilidad fiscal y la estabilidad social a largo plazo.

Asimismo son bienvenidos los mensajes sobre el seguimiento de la ejecución presupuestaria y el establecimiento de techos de gasto para las Administraciones regionales y locales, pero es probable que haga falta más austeridad aún. En cuanto a la reforma laboral, con sus virtudes y defectos, debe, asimismo, instrumentarse con celeridad y acompañarse de avances en la descentralización de la negociación colectiva. El ajuste social se está produciendo aún por la vía del desempleo y sería conveniente, de una vez por todas, que se produjera más por una adecuación de nuestra capacidad adquisitiva, acorde con nuestra deuda. Debemos asumir, sin alarmismos, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y hacerlo patente.

La transparencia informativa es una premisa fundamental y nuestra mejor arma para evitar el contagio. La espita que disparó el rescate en Irlanda y Grecia fue la falta de transparencia de las cuentas públicas. En España no existe indicio alguno en esta dirección; es casi irresponsable pensar en ello.

En el caso irlandés, además, el agujero del sector bancario precipitó la caída meses después de que las pruebas de estrés sugirieran que los dos principales bancos irlandeses gozaban de salud para afrontar los escenarios de mayor presión. En España los test fueron más transparentes y partieron de supuestos más duros en los que no se ocultaba un importante deterioro de activos en un amplio conjunto de entidades y vaticinaban la necesidad de fondos adicionales en otras.

En todo caso, las pérdidas potenciales están mucho más acotadas que en el caso de Irlanda y representan un porcentaje muy bajo y razonablemente asumible del PIB. Aun así, parece que los mercados están exigiendo más información -ya sea en forma de nuevos ejercicios de estrés, de los que ya se está hablando, o en cualquier otro formato- y sería necesario facilitarla para ayudar a diferenciar nuestro sistema financiero de otros. Con esta mayor transparencia y con los efectos de las nuevas provisiones bancarias del Banco de España se podrían satisfacer las exigencias informativas adicionales de los inversores sobre el sector bancario de nuestro país. Es un elemento trascendental para el futuro próximo, ya que las entidades financieras, en particular las cajas de ahorros que deseen emitir capital, necesitarán inversores para hacer valer, ajustes aparte, el elevado valor que tienen como empresas, y esta información puede ser imprescindible.

En definitiva, se trata de adelantar la corrección de desequilibrios y asumir el dolor a corto plazo para evitar la eterna sospecha. Las reformas deben estar para quedarse, son estructurales, algo más que medidas para afrontar una crisis. Son la principal herramienta para atraer inversores. No basta decir que España no es Grecia o Irlanda: hay que convertir a nuestro país en una apuesta de futuro. Mejor pasarnos que quedarnos cortos, porque esta crisis devora a los dubitativos.

Santiago Carbó Valverde es catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada.

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