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Columna
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Opio del pueblo

Manuel Rivas

Las teorías de Keynes, que inspiraron el New Deal del presidente Roosevelt (el tío Franklin), ayudaron a salir de la Gran Depresión que siguió al crack de 1929 y a poner en Occidente los cimientos de la sociedad del bienestar, el mayor esfuerzo igualitario en un marco de libertad. Conviene no olvidar que al tío Franklin le llamaron de todo, como a Obama, incluido "cerdo comunista". En realidad, el Tea Party es muy antiguo: la "hiel sempiterna", que diría Luis Cernuda.

Y al tío Keynes tampoco pararon de darle la vara los fanáticos del money o monetaristas, empezando por el pelma de Von Hayek. En su día, Keynes tuvo que recordarles que en el planeta Tierra existía una curiosa especie, la humana, capaz de ser solidaria y de controlar los instintos depredadores. El keynesianismo es sinónimo de prosperidad y humanismo. Por el contrario, cada vez que se han aplicado literalmente las teorías de Von Hayek lo que ha quedado detrás es una estela de destrozos, desigualdad social e inseguridad. Véase el mea culpa de los ex jefes del FMI que, con sus cómplices interiores, hundieron a Argentina en 2001.

Lo asombroso es que los depredadores vuelven a las andadas, esta vez para arrasar a Europa. Son muy ingenuos los que piensan que la caza se limitará a la periferia. Si cae España, irán a por Francia... De Keynes ya solo se habla para recordar una frase: "A largo plazo todos estaremos muertos". En este totalitarismo transgénico, se busca que no haya lugar para la semilla solidaria ni una oportunidad más para el polen de un socialismo democrático. Curioso liberalismo este de medicamento único y obligatorio, donde ya nadie se atreve a hablar de mayor fiscalidad e inversión pública. Sí, este capitalismo fúnebre se ha cargado al viejo Keynes, pero nos queda el fútbol, tíos. ¡Me voy a poner morado de opio del pueblo!

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