_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La selección

Llega diciembre y con él la bronca anual del partido de la selección vasca de fútbol. Gracias a ella se entiende por qué el paisito jamás será un país y por qué los que dicen defender la nación vasca son los mejores garantes de que esta nunca exista en realidad. La reflexión involucra a Esait, un grupo de presión político, y a la asombrosa congregación Euskal Herriko Futbolariak, cuyos comunicados nos conducen a la siguiente alternativa: o todos los futbolistas vascos piensan exactamente igual, lo cual es imposible, o algunos se aprovechan de que la mayoría no piensa absolutamente nada, lo cual es muy probable.

El documento difundido esta semana es la enésima variación sobre una misma homilía. El redactor conoce la jerga y sus modismos, entre ellos las duras e ingratas palabras a las instituciones vascas, en este caso, a la Federación Vasca de Fútbol. Esait y los futbolistas reiteran una de las cantinelas más irritantes de la izquierda radical: el odio a las instituciones de la Comunidad Autónoma Vasca, las únicas que facilitan elementos de visualización nacional, pero que, como escapan a su control, ellos detestan furiosamente. No paran de hablar de Navarra e Iparralde, pero no ven el momento de predicar por esos lares. Ojalá nos den un día libre y convoquen sus ruedas de prensa a orillas del Adour o en Tierra Estella, aunque nunca lo harán, porque allá no les espera ni un corte en la radio local. En cambio aquí son importantes. O lo parece.

Lo irritante no es la movilización de esa minoría que bautiza y rebautiza nuestro país, decide si se juegan o no ciertos partidos, o dicta si la selección se llama así o asá. Lo irritante es la mansedumbre de los otros, los que ni saben ni contestan, ni van ni se les espera, los que permiten que su profesión quede en manos de un lobby chulesco y amenazante, que se arroga la representación de todo un pueblo. A los futbolistas de este país se les pide que ganen partidos y campeonatos. Por intentar lo que nunca llegarán a conseguir la gente humilde les paga sueldos exorbitantes. No es su obligación realizar sesudos análisis políticos, pero lo que sí les debe exigir este país, como demonios se llame, es un mínimo de dignidad: es impresentable que toda una profesión bendiga con su unánime silencio un documento que lleva un sello político concreto. Esait asegura que la respuesta de los futbolistas ha sido "sincera y valiente", que es la típica deformación estalinista para señalar una conducta hipócrita y cobarde. Entre los futbolistas, algunos sintonizarán con sus ideas, otros sintonizarán con ideas muy distintas. Pero la mayoría ni sintoniza, porque los conflictos de este país no van con ellos y bastante tienen con seguir peregrinando por los concesionarios de automóviles, en busca de un nuevo deportivo. Y eso caerá sobre su conciencia, si son capaces de encontrarla, extraviada al fondo de la guantera.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_