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Prohibido pintar grafitis... excepto dentro de la cárcel

Reclusos y artistas urbanos decoran los muros de la prisión de Alcalá Meco

Patricia Ortega Dolz

Dos leyes distintas imperan a un lado y otro de los muros de la cárcel de Madrid II (Meco). Fuera, Esperanza Aguirre compara a los grafiteros con la kale borroka y promueve la Ley de Medidas Fiscales y Administrativas para 2011, en la que responsabiliza y penaliza a los padres de los jóvenes de las pintadas y desperfectos que ocasionen sus hijos. Dentro de los muros de la prisión la cosa es bien distinta, y son los propios funcionarios y los educadores los que animan a los jóvenes reclusos a coger el espray y pintar sus muros como un método educativo y terapéutico. Curioso.

El módulo de Respeto de la cárcel de Alcalá Meco era ayer todo un escenario de arte urbano: botes de pintura en espray, escalera, chavales con sudaderas (con y sin capucha), zapatillas y vaqueros (con el tiro más y menos bajo). Varios grafiteros madrileños (Asier, Toro, Murphy, Guas, Kongui, Heos y Patron 7), algunos de los cuales han adquirido su fama caricaturizando a los políticos en las paredes de la ciudad (www.desviados.com), trasladaban a la pared de hormigón del patio dibujos que los internos han diseñado en los últimos meses en sus clases de dibujo, con la ayuda de algunos de los reclusos. ¿Qué diría de esto la presidenta de la Comunidad de Madrid?

"Se trata de una actividad que está planteada desde una perspectiva cognitivo conductual, de trabajo de emociones y de formación profesional", explica el educador del módulo Fernando Álvarez. "Toro es pintor de profesión y está dando aquí un curso de pintura (de brocha gorda) de cara a que los chavales tengan una salida laboral; pero Toro también es aficionado a pintar grafitis. Ambas cosas son compatibles: trabajo y aficiones. Es algo que tienen que aprender y Toro es un buen modelo para ellos", explica Álvarez.

"Llevo dando cursos de pintura un tiempo en varios centros penitenciarios. Pintamos de todo: celdas, pasillos, salas... Ellos saben que hago grafiti y me pidieron que montara una actividad, hablé con Fernando, llamé a los colegas y aquí estamos, flipando", dice Toro.

La afición por el dibujo la introdujeron en el módulo Sayay y Munilla, dos jóvenes de 20 y 18 años. Uno de Ecuador y otro de España. Ambos en prisión por delitos que no superan los tres años. "Todo fue gracias a don Antonio [el funcionario de prisiones del módulo 11, el de conflictivos], él siempre estaba dibujando en la garita y se dio cuenta de que nos interesaba y se puso a enseñarnos en el comedor en las horas libres".

Hoy son 55 los jóvenes del módulo de Respeto, el último paso que existe hacia la reinserción detrás de esos muros que ven día tras día: "Yo pinté a esa chica copiándola de una revista porque quería levantarme por la mañana y acordarme de la mía o de mi madre, de esas mujeres que nos están esperando fuera", dice Munilla.

El arte urbano se ha metido directamente en la cárcel, el sitio donde Yiyo y Fran (Periferia Sur) componen sus estrofas: "Hoy en esta letra no hay recuento funcionario / Aunque mi cuerpo está aquí, mi mente y mi alma están en el barrio".

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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