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OPINIÓN
Columna
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¿Qué realidad se oculta tras los datos?

Siempre se ha ejercido la violencia contra las mujeres por el hecho de ser mujeres. Ha habido violencia de la misma manera que ha habido discriminación. Sin embargo, ha sido hace bien poco cuando hemos sido capaces de ponerle nombre a esa violencia y asumirla como un problema social, como una lacra de nuestra sociedad. A raíz de ese significativo avance, se han dictado leyes y se han establecido estructuras de carácter social, asistencial, jurídico, psicológico y policial y se dedican recursos a la atención, a la prevención y a la sensibilización.

Cuando entra en las agendas políticas no sólo se planifican actuaciones sino que se decide medir el problema para poder dimensionarlo y ajustar la respuesta. Sin embargo, no es posible quedarse en la evolución de los indicadores para evaluar la situación de la violencia que se ejerce contra las mujeres. Lamentablemente, el número de mujeres muertas a manos de sus parejas o ex-parejas sigue siendo altísimo, aunque en los últimos dos años hablemos de cifras inferiores a las de principios de la década. A pesar de ello, no podemos quedarnos en este dato porque, no es posible una valoración positiva hasta que la cifra sea igual a cero.

Las relaciones de dominio persisten donde se ha ejercido violencia contra las mujeres
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Tampoco podemos quedarnos en el dato del número de denuncias, porque todavía es difícil valorar en su justa medida qué significa su aumento o su retroceso. Si aumentan es posible interpretar que un mayor número de mujeres ha asumido la relación de maltrato a la que estaba siendo sometida y ha optado por salir de esta situación por la única vía que, hoy por hoy, abre un nuevo camino. Sin embargo, si el número de denuncias desciende, no sabemos si significa que la violencia ha vuelto a refugiarse en el silencio y a encerrarse entre las cuatro paredes de un hogar o si, por el contrario, es indicio de un descenso de agresiones.

Lamentablemente, los datos, hoy por hoy, sólo nos dibujan un mapa que es, a todas luces, incompleto, aunque es cierto que la acumulación de series temporales y, sobre todo, la homogeneización en la recogida de los mismos -al menos en Europa-, nos aportará más información. Ha llegado el momento de detenerse, de recoger toda esa producción de indicadores y de pensar, de reflexionar en torno a qué realidad nos está mostrando. La primera fotografía que nos muestra es que la violencia contra las mujeres es una realidad que carece de perfiles, la sufren mujeres de todo tipo y condición y la ejercen, también, hombres diferentes: jóvenes, ancianos, ricos y pobres, de aquí y de fuera.

Un análisis de las sentencias nos debe hacer reflexionar sobre si se está aplicando correctamente la Ley de medidas integrales contra la violencia de género de 2004 o si se aplica todo lo que se debiera, o si debemos plantearnos su mejora para que pueda dar cobijo a todas las relaciones de maltrato.

Pero si hay algo que los datos nos están diciendo a gritos es que la desigualdad y las relaciones de dominio persisten allí donde se ha ejercido la violencia contra las mujeres y persiste, por tanto, en la sociedad que padece esta violencia. Si algo nos dicen los datos, es que debemos seguir trabajando para poder alcanzar una sociedad igualitaria que fundamente sus relaciones en el respeto, la igualdad y la no violencia.

María Silvestre Cabrera es directora de Emakunde-Instituto Vasco de la Mujer del Gobierno vasco.

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