Marchando una sopa de letras
Cuatro socias dirigen una librería donde la gastronomía es la protagonista
Entonces (y ahora) periodistas asociadas a las artes culinarias, Ana Lorente y Sara Cucala repararon en 2000 durante un viaje a Londres en una librería de corte gastronómico. Les ocurrió lo mismo al año siguiente en Viena, y decidieron registrar una sociedad llamada A Punto que dejarían varios años en barbecho. Hoy, 10 años después y con otras dos socias a bordo, la librería A Punto es la segunda de esta naturaleza de Madrid y la cuarta de España.
La librería está en la calle de Pelayo, 60, en el corazón de Chueca, una rúa lo bastante esteta como para acoger otra librería (El Eléctrico Ardor), una tienda de cata, un par de galerías de arte y, como colofón, el modernista palacio de Longoria (sede de la SGAE). Con Ana y Sara viajan en el negocio la almeriense Aída Peral y la napolitana Roberta Bruno. Precisamente, la idea de lanzar A Punto tras años hibernando en el registro mercantil surgió en septiembre de 2009 a raíz de una cena entre Aída y Sara.
"Es un centro cultural del gusto", cuenta una de las propietarias
Inmediatamente se pusieron las cuatro manos a la obra: reunieron 100.000 euros, abrieron en noviembre de 2009 y un año después han cobrado, en palabras de Aída, su "primer medio sueldo". El próximo mes de diciembre la librería gastronómica A Punto se inaugura "oficialmente".
Sara Cucala, una curtida periodista a sus 37 años (Gourmet, El Mundo) de habla atropellada, recela de la exclusividad del término "librería gastronómica" para su local. Para ella es más adecuado, por pretencioso que suene, el de "centro cultural del gusto": "No solo es una librería", matiza. "Aquí se presentan libros, se hacen talleres de cocina, catas...". Al menos las actividades segunda y tercera se realizan en la sobria parte de abajo, engalanada como si fuese una fusión entre la cocina y el restaurante y gobernada por un cartel del primer ejemplar de Archigula, la revista pionera en el periodismo de fogones, fundada por Ana.
Al ser cuatro, la carga laboral mengua: Sara se encarga de las actividades que no tienen que ver con la venta de ejemplares y, lógicamente, de la comunicación; tareas que comparte con Ana Lorente, la más veterana (60 años), redactora de la revista de vinos Opuswine y escritora de ejemplares como 2.000 refranes para comer; el morapio seduce también a Roberta Bruno, de 30 años, responsable de marketing. Como buena transalpina, Roberta añora la repostería italiana y solo come la pasta que ella misma cocina.
La última, Aída Peral (30 años), es una librera de pro, fajada en muchas tiendas de libros en Almería y en Madrid. "Se crió entre estanterías", revela un amigo suyo. Aída se ocupa de la parte de arriba. Conoce las editoriales al dedillo y reserva una parte minoritaria del local (un 5%) a libros generalistas, a los Paul Auster, Kerouac o Belén Gopegui, en lugar de la guía sobre truficultura o el Manual de gourmet del queso. "La gente que come lee", recuerda Sara Cucala.
"Las artes culinarias parecen elitistas y pedantes, y eso no tiene que ser así", añade Sara. "Todo el mundo debe comer bien. ¿O acaso no es España el tercer país por número de obesos?".
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