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Reportaje:Talentos

Guerrilleros del jazz molecular

Atomic abandera con su nuevo álbum una escena global de improvisación inspirada por el háztelo tú mismo

Iker Seisdedos

El rasgo que mejor define a la banda de jazz escandinavo Atomic es la inquietud. No tanto por su música, adscrita a la libre improvisación aunque de consumo recomendado a todos los públicos (¿free jazz para las masas?), como por la tendencia de sus miembros a meterse en toda clase de fregados. A su alrededor se teje una de las redes más estimulantes de la música contemporánea. Tocan continuamente en diversos formatos y bajo distintos nombres con otros intérpretes noruegos y suecos, así como con músicos estadounidenses (sobre todo de Chicago), ingleses o alemanes. Se comportan como miembros de una escena local de alcance global.

El mejor ejemplo de ese modo de vida quizá lo ofrezca su batería, y cabría decir que líder, Paal Nilssen-Love. Renovador de su instrumento al introducir elementos de su educación hard rock y punk en un discurso fluido y enérgico, Nilssen-Love ha participado a sus 35 años en más de 140 álbumes con una treintena de grupos diferentes. Pese a no ser una persona fácil de sorprender en casa, atendió recientemente al teléfono desde su apartamento de Oslo: "El modo en que funcionamos, nuestra abundante producción discográfica en franco desafío a las reglas de la industria que desaconseja publicar discos... todo eso pueden considerarse técnicas de guerrilla, sí, aunque yo lo veo como una perpetua invitación a ponernos en situaciones complicadas solo para ver de lo que somos capaces".

De las habilidades de Atomic llega a las tiendas un inmejorable ejemplo en formato de disco doble; nunca han temido desfallecer en las largas distancias. Titulado Theater tilters y grabado en directo durante dos noches seguidas en el teatro Lederman, en Estocolmo, la crítica lo ha recibido como la confirmación de las promesas hechas en los 10 años de existencia del quinteto. "Creo que hemos ganado en complejidad compositiva, al tiempo que sonamos más explosivos. Por lo demás, poco han cambiado las cosas en esta década. Han nacido niños, se ha caído el pelo y todos estamos más ocupados que el demonio".

El público español tiene continuas oportunidades de comprobar en qué emplean el tiempo los guerrilleros de Atomic. Free Fall (trío formado a mayor gloria del histórico clarinetista Jimmy Giuffre por Ingebrigt Håker Flaten y Håvard Wiik, bajista y piano de Atomic, con el saxofonista Ken Vandermark) actuará en Cádiz y Valladolid el jueves y el viernes. Y batería y bajista tienen una cita el 5 de diciembre en el festival de jazz de Sigüenza con The Thing (trío que completa Mats Gustafsson).

Si es raro que defrauden las actuaciones de estos músicos, que tocan cada noche como si no hubiera mañana, aún lo sería más que cualquiera de estos dos conciertos superasen en intensidad al ofrecido por Nilssen-Love recientemente en Madrid como miembro del Peter Brötzman Chicago Tentet. Liderada por el saxofonista alemán, padre del free jazz europeo, la velada quedó archivada entre muchos de los asistentes al Johnny en categorías como histórica o irrepetible. Poco antes del concierto, Brötzmann, de 68 años, se congratulaba de la existencia de la escena joven que abandera Atomic: "Con su entusiasmo, cada día me dan una lección de ética y estética".

Desde la izquierda, Magnus Broo, Nilssen-Love, Håker Flaten, Håvard Wiik y Fredrik Ljungkvist.
Desde la izquierda, Magnus Broo, Nilssen-Love, Håker Flaten, Håvard Wiik y Fredrik Ljungkvist.S. LUDVIGSEN

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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