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Jornada de recreo

Después de 11 jornadas de frenesí, de líneas prietas, de rigor táctico, de colaboración, de derroche de energía, el Madrid se distendió. Coincidió con la segunda velada de castigo a José Mourinho. El entrenador desocupó la zona técnica dejando en su lugar a su ayudante Aitor Karanka. Karanka caminó la banda con su moderación habitual, sumido en largos silencios, como una parabólica en espera de que Rui Faria, el preparador físico, le trasladase las órdenes de Mourinho, comenzó en un palco y acabó en la grada junto al banquillo.

Sea porque el líder permaneció lejos de la zona de influencia, sea porque la plantilla está harta de la intensidad y da señales de agotamiento, la situación propició un sentimiento recreativo en la tropa. La relajación se reflejó en los movimientos colectivos. El Madrid atacó como siempre y se defendió como la temporada pasada, con Pellegrini y el equipo reaccionaba a las pérdidas de balón formándose con un 6-4. O mejor, con un 6-1-3 y Di María corriendo como un galgo. La dispersión afectó a Khedira, que no encontró su sitio, a Marcelo, que perdió la marca, y a Pepe, que regresó a ese estado de exaltación que tantos malos ratos le deparó, a él y al equipo. En la banda, Karanka no pudo hacer nada más que caminar impaciente a la espera de los mensajes del jefe. En el campo, Casillas se desgañitó intentando restablecer el viejo orden porque en media hora le remataron tres veces: dos Llorente y una Susaeta. No hubo caso. Casillas debió estirarse más que nunca en toda la temporada. Recibió hasta 6 disparos. El partido fue una fiesta a la que cada uno acudió a desfogar sus pasiones y solo Di María se mostró impasible. Hizo su habitual despliegue físico. Bajó a ayudar en defensa, relevó a Ramos cuando fue preciso, desquició a Amorebieta y a Susatea, dio el pase de gol que abrió el marcador y provocó el penalti del tercero. El tercero no lo metió Cristiano, el lanzador oficial, para inquietud de Mourinho, que se alarmó ante la novedad. Lo metió Sergio Ramos en un alarde de libre albedrío que vino a cuento en la noche más anárquica de la temporada.

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