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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crisis sin sustancia

Nicolas Sarkozy liquida los guiños a la izquierda y acentúa su base política derechista

El presidente francés ha llevado a cabo una remodelación de Gobierno anunciada con cinco meses de antelación. No ha sido esta la única singularidad de una crisis ejecutada en contra de todos los usos habituales en estos casos: tras cebar las expectativas durante un periodo de tiempo tan dilatado y, a la vez, tan innecesario, los cambios realizados por Sarkozy parecen dirigidos expresamente a defraudarlas. Resumiéndolos, se ha decidido por fortalecer su base política derechista.

El mismo primer ministro al que Nicolas Sarkozy solicitó la dimisión el pasado viernes, François Fillon, ha sido confirmado en su puesto dos días después. Y con él, la mayor parte de los ministros, a excepción del titular de Exteriores, el socialista Bernard Kouchner. Si Sarkozy pretendía mejorar su posición ante las elecciones presidenciales de 2012 con esta iniciativa, solo ha conseguido levantar una espesa polvareda para, a fin de cuentas, permanecer inmóvil en el sitio. El conservadurismo de la crisis, sin embargo, puede hacerle más vulnerable frente al centro y la izquierda.

El relevo en Exteriores no es significativo porque suponga una censura del trabajo realizado por Kouchner, convertido como tantos otros miembros del Ejecutivo en figura decorativa por el activismo y la omnipresencia del presidente de la República; su importancia reside en que marca el fin de la apertura hacia la izquierda adoptada desde la llegada de Sarkozy al Elíseo. Con esta política, Sarkozy pretendió convertirse en líder de un movimiento más que de un partido y, simultáneamente, diezmar políticamente a los socialistas, anulándolos como alternativa. Hasta el momento, parecía haber logrado este último objetivo, aunque, según se ha comprobado a medida que avanzaba su mandato, al ingente precio de acentuar su gesticulante soledad en el terreno del gaullismo y ante una mayoría de franceses.

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El primer ministro Fillon ha sido el principal beneficiario de la crisis, sobre todo porque Sarkozy dejó entrever que prescindiría de él. Una iniciativa que debería haber servido para reforzar al presidente de la República se ha traducido, en cambio, en una mayor debilidad de su figura. Al extremo de que, excepto Sarkozy, ganan todos, incluida la oposición socialista y las alternativas que han ido fraguando dentro del gaullismo, como la del antiguo primer ministro Villepin y encarnizado rival del actual inquilino del Elíseo.

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