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Columna
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Bocadillos de cultura

Puertas cerradas, focos sobre la cultura. El pasado viernes la mayoría de los museos, bibliotecas, teatros y parques arqueológicos italianos secundaron una singular huelga para protestar contra la decisión de Silvio Berlusconi de recortar el presupuesto de las políticas culturales un 36%. En los días previos, el ministro de Economía, Giulio Tremonti, se expresó con el aplomo de un gran intelectual y emplazó a los ciudadanos críticos: "Haceros un bocadillo con la Divina Comedia". En Italia, el berlusconianismo, en la vanguardia del ultraconservadurismo populista europeo, no tiene rubor alguno en cuestionar el valor de la cultura. En Galicia, nuestra novísima derecha tampoco, pero lo hace, eso sí, con mucha mayor finezza.

Un objetivo del Gobierno es dejar claro, como pregona Feijóo, que "Galicia no es nacionalista"

Pese a su maltrato reciente en la contabilidad presupuestaria, en nuestra literatura gubernamental abundan las declaraciones de amor a la cultura y su glorioso enaltecimiento por ser, junto con la lengua propia, uno de los capitales intangibles más importantes de Galicia. En la monografía O capital da cultura galega, coordinada por Víctor F. Freixanes y Alberto Meixide, cuantifican su peso en nuestra economía: las industrias y creadores culturales aportan aproximadamente el 2% del PIB gallego y sostienen el 2,2% de los empleos. Su valor se sitúa por debajo de la media estatal 3% del PIB-, lejos del 5% de países como Suecia o Reino Unido, pero también a una prudente distancia de Estados como Lituania que registran con dificultades un 1%.

Hay unanimidad al señalar los grandes desafíos de nuestras industrias culturales: superar la crisis económica adaptándose con iniciativas innovadoras a los cambios tecnológicos y conquistar nuevos mercados exteriores. Se estima que el 40% del dinero que mueven las empresas culturales procede, directa o indirectamente, de fondos públicos; por eso, un reto adicional al que tendrán que enfrentarse son las consecuencias negativas derivadas del recorte del 32% del presupuesto cultural acordado por el Gobierno gallego para 2011.

La drástica reducción de fondos para la cultura gallega, no podía ser de otra manera, fue justificada por el sufriente conselleiro Roberto Varela como "un ejercicio de responsabilidad y optimización de los recursos existentes, bajo las premisas de la austeridad". La descapitalización impuesta por la Xunta sería un problema perfectamente manejable de no ir acompañada por una política de devaluación de los capitales culturales de Galicia en la que porfía el Partido Popular desde su retorno al poder. Abundan los casos. Un episodio reciente: la negativa a declarar 2011 como Año Castelao para conmemorar el 125º aniversario de su nacimiento.

La historia engorda los miedos culturales de nuestra derecha. Le gusta señalar a Ramón Villares que Galicia antes que nación política fue nación cultural y que la cultura propia contribuyó decisivamente a la vertebración democrática y a la afirmación de la identidad nacional del país. La nomenklatura conservadora está convencida de que su acción cultural debe ser, simplemente, la continuación de la guerra política por otros medios y un objetivo principal del Gobierno del PPdeG es dejar claro, como pregona su presidente, que "Galicia no es nacionalista".

Con este ánimo, el diputado popular Agustín Baamonde argumentó el rechazo al Año Castelao por ser "una vía para la exaltación del nacionalismo" y nos instó a aprovechar 2011 para honrar a escritores como Cunqueiro o Valle Inclán, mejores candidatos "para defender el gallego, el castellano y la libertad en el uso de las dos lenguas, que es lo que propone el Partido Popular".

"Castelao fue el apóstol de la palabra y el apóstol de la identidad gallega y del orgullo de ser gallego. Yo no tengo un busto de Castelao en el despacho. Hay otros políticos que sí lo tienen y me parece muy bien, pero que no se olvide nadie que Castelao no es patrimonio de ningún partido político, Castelao es patrimonio de Galicia". Esta devota confesión se la dedicaba el presidente Alberto Núñez Feijóo a los periodistas José Luis Gómez y Xabier R. Blanco hace poco más de un año.

Un caso más del trastorno bipolar que castiga a los dirigentes del PP o de lo mucho que cambian de ideas los conservadores. Nada por lo que preocuparse en exceso, el sectarismo y la desafección del Gobierno gallego por la cultura se mantienen en los valores a los que estamos acostumbrados. Todavía no nos animaron a hacernos una ensalada con las Follas novas de Rosalía de Castro. Cuando llegue esa mala hora, nos recordarán que la gastronomía también es cultura.

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