Remate de córners en el Romea
Una lectura comentada de textos repite el tándem imbatible de fútbol y cultura
¿Un lunes sin fútbol por un parón de selecciones? Ni soñarlo. Dosis de fútbol, ni que sea hablado o escrito. Y con ambas opciones lo planteó el actor (y muy aficionado al fútbol) Carles Canut, que bajo el paraguas de la Fundació Romea para las Artes Escénicas convocó ayer en Barcelona la segunda jornada del ciclo anual Literatura y deporte, que esta vez se dedicó al balompié. Ya lo dijo el director general del Real Madrid Jorge Valdano, tanto o más virtuoso con la retórica que con el balón, desde una de las mesas de mármol y patas de hierro típicas de tertulia de bar clásico: "Se me ocurren pocas cosas como el fútbol como excusa para hablar, usar la palabra".
El equipo que puso sobre la cancha Canut garantizaba toque: las lecturas de textos de grandes de la alquimia del balón y la pluma como Roberto Fontanarrosa, Eduardo Galeano, Rafael Sánchez Ferlosio, Xavier Carmaniu y Enrique Yunta (en las voces de Pep Ribas y Santiago Lorenz) eran centros y córners temáticos al área que remataban los asistentes con acierto. Y así fue con un tema templado como el embrutecimiento del fútbol por los excesivos negocios que esconde la profesionalización: "El juego de Messi y cómo se lo toma equivale a la recuperación sentimental del futbol inocente de la infancia, igual que el acto de fe de la gente que había detrás de la pierna del gol de Iniesta en Stanford Bridge" (Ramon Besa, redactor jefe de deportes de EL PAÍS). "El error muchas veces es ya de los padres, que cuando vemos a un niño que practica de forma innata un poco bien un deporte ya le ponemos un entreador personal y proyectamos ahí de todo" (Joan Golobart, ex futbolista del Espanyol).
"Cuando uno juega representa algo siempre", explicó Valdano
Y si la jugada se ponía demasiado seria -"ser futbolista profesional es un privilegio; si bien están los Cristiano Ronaldo y los Messi, pero también los del Jaén, que el domingo se arrodillaron en el campo para ver si cobran" (Ramón Rodríguez, Monchi, director deportivo del Sevilla)-, pues ahí estaba la verdad tragicómica de Charly Rexach, suplente de la baja de última hora Pep Guardiola: "Pues tuve un entrenador que nos decía: 'Más vale ganar sucio que perder limpio'".
También a un tema tan espinoso como los árbitros se le hizo más de un caño: "Hay demasiadas reglas: habría que dejarlas a la mitad", fintó socarrón Rexach. "Lo que es inconcebible es esa categoría de justicia inapelable que tiene un árbitro que actúa, claro, arbitrariamente, y que no se da hoy en la vida social en nigún ámbito", pontificó el historiador Jaume Sobrequés, desde el primer momento cómodo como en su añorada La barberia de TVE.
Y también se regateó bien otro pelota envenedada como el del tándem fútbol y política, que resgistró una dura entrada de Canut al asegurar que prohibiría la entrada en los estadios de todas las banderas que no fueran las de los equipos contendientes. "Cuando uno juega representa algo siempre; lo que hay que hacer es contener esa representatividad en unos cauces", decía Valdano, seguro sin pensar (¿o sí?) en su Jose Mourinho. Y dijo que le dijeron una vez que "Renfe y Liga española son los que han hecho más por la unidad de España".
Discurría ya el partido en la prórroga cuando Canut se sacó un taconazo: el actor argentino Darío Grandinetti (en el Goya por Baraka), gambeteando en puro argot de Buenos Aires un texto del Negro Fontanarrosa. Era un festival de rabonas, espaldinhas, chilenas y tiquitacas verbales. "Si de algo tan prosaico darle patadas a un balón salen estas palabras sublimes, hay esperanza, incluso en el fútbol", sentenció Sobrequés. Golazo.
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