Suiza guarda un secreto
La confederación utiliza los antiguos búnkeres militares en los Alpes como almacenes digitales
Más allá del chocolate, las vacas y los relojes, Suiza es conocida en todo el mundo por ser el paraíso del secreto bancario. La discreción y la protección de la esfera privada forman parte de la más antigua tradición suiza, y el secreto al que están obligados sus banqueros está expresamente protegido en su Derecho desde 1934. Esa característica especial dota a Suiza de un plus como plaza financiera internacional y es el pilar de la economía helvética. Pero los cambios legislativos derivados de los atentados terroristas y de la crisis económica y financiera -aunque no se hayan acabado de concretar- suponen una seria amenaza para la pervivencia de esta institución en el futuro y, con ello, de su economía. Y no se trata de una cuestión menor. Según datos del Ministerio de Finanzas, un 6% de la población activa trabaja en el sector financiero y su aportación al PIB ronda el 11%.
Sus promotores dicen que hoy la información vale más que el dinero
A las ventajas de la montaña se añade la neutralidad en el tratamiento de datos
Haciendo bueno el refrán, Suiza está dispuesta a reinventarse y a renovarse. ¡Y qué mejor que aprovechar el conocimiento del secreto bancario para aplicarlo a nuevas esferas! En concreto, a todo lo relacionado con la economía digital y el secreto tecnológico.
Una de las primeras empresas en aprovechar todo ese potencial ha sido WISeKey, fundada y dirigida por el español Carlos Moreira y que se dedica a ofrecer tecnología especializada en la identidad digital para dar seguridad informática a las comunicaciones, a productos de lujo, transacciones comerciales, financieras o redes digitales. "Cada día vivimos en un mundo más digitalizado donde los ataques a la privacidad son cotidianos. Hay un temor creciente al robo de nuestra identidad digital y nosotros ofrecemos las máximas garantías para protegerla", asegura Moreira. Entre esos usuarios hay Gobiernos, empresas y hasta particulares cuya información se almacena "no como lo hacen los bancos de datos, sino como códigos encriptados, de forma que la identidad final del usuario permanece protegida", aclara.
Para albergar buena parte de estos archivos, WISeKey ha construido su propio centro de datos de alta seguridad en Ginebra y está terminando otro de características similares en Bilbao. Pero los proyectos y sistemas extremadamente sensibles, como la raíz de todas las operaciones criptográficas, se almacenan en un lugar muy especial: el corazón de los Alpes. "Fuimos la primera empresa en hacerlo, se trata de una infraestructura ultraprotegida, única en el mundo. Ahora que está de moda el cloud computing [o nube de Internet, el almacenamiento y uso de aplicaciones que están fuera del equipo del usuario, en la Red], nosotros ofrecemos una nube privada", apunta.
Lo cierto es que bajo algunas de las montañas más espectaculares del mundo se ocultan kilómetros de búnkeres a prueba de ataques nucleares, invasiones militares, desastres naturales y todo tipo de ataques terroristas que fueron construidos en la II Guerra Mundial y que, afortunadamente, han quedado en desuso. Los Alpes albergan en el cantón de Berna, en las localidades de Saanen y en Zweisimmen, dos refugios que son auténticas ciudades dentro de las montañas [ver gráfico] y que se conocen como el Fort Knox suizo, en clara alusión a la pequeña población de Kentucky, formada en su totalidad por una base militar, que está considerado uno de los lugares más inexpugnables del mundo y donde se almacenan buena parte de las reservas de oro de Estados Unidos.
Se trata de una inversión de miles de millones de euros que hoy en día nadie se podría permitir construir y que la Armada suiza ha empezado a explotar de forma conjunta con empresas privadas. "Es la infraestructura más segura del mundo", asegura Christoph Oschwald, consejero delegado de SIAG, la empresa que lo explota, en propiedad compartida con el Ejército suizo, en el caso de Swiss Fort Knox II. Solo acondicionar ese búnker, el más antiguo, les ha supuesto una inversión de más de 40 millones de francos suizos. El otro búnker se mantiene al 100% bajo propiedad del Estado.
"La información es muy valiosa. En realidad, hoy en día el dinero no es más que datos la mayor parte del tiempo, anotaciones en una cuenta bancaria. Cuando empezamos con este proyecto, hace ya 20 años, nuestro objetivo era ser un banco de activos digitales", explica Oschwald mientras se dirige, precisamente, a España "por negocios".
Las instalaciones de Swiss Fort Knox I y II ofrecen todo tipo de servicios para sus clientes de las más variadas nacionalidades, muchos habituales de las cercanas pistas de la exclusiva estación de esquí de Gstaad. Existe una pista de aterrizaje con servicios de aduana para que esos clientes puedan entrar directamente a las instalaciones, hay servicios médicos y de catering por si fuera necesario y unas medidas de seguridad que desafiarían a las de cualquier película de James Bond: software de reconocimiento facial, plásticos a prueba de balas, guardas de seguridad uniformados en cada rincón, puertas acorazadas...
Aunque no son solo los muy ricos los que utilizan este servicio. "A través de Mount10 ofrecemos servicio de back up para almacenar hasta un giga de información desde siete euros al mes, un servicio que puede costar unos 10.000 euros mensuales en el caso de grandes constructoras o multinacionales. Por supuesto, ofrecemos proyectos de almacenamiento individualizados para proteger todo tipo de activos, destinado a gente muy rica y a Gobiernos, que pagan unos dos millones de euros por este servicio. Pero también ofrecemos almacenamiento físico, sobre todo para la industria financiera", puntualiza Oschwald.
A las ventajas propias de la montaña como almacén digital -por ejemplo, la refrigeración natural de los aparatos- hay que añadir las ventajas legales que ofrece la confederación helvética. "Suiza ofrece una plataforma neutral y eso es un elemento diferencial con lo que hasta ahora había en el mercado. Este es un sector que ha estado dominado por empresas estadounidenses que deben responder, en última instancia, ante las autoridades de su país y por cuya ley se rigen. De hecho, durante la guerra del Golfo fue la empresa Verisign la que desconectó la página web de Al Yazira, cuyos datos tenía almacenados", recuerda Moreira. "En cambio, la neutralidad suiza permite que los datos almacenados por nuestra empresa se rijan por la ley del país al que pertenece nuestro cliente, lo que implica que bajo ninguna circunstancia esos datos serán revelados atendiendo a decisiones o intereses políticos de otros países". Algo que, en determinadas circunstancias, puede ser un factor decisivo. -
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