Mourinho, el escapista de El Molinón
José Mourinho, como Fabio Capello, pertenece a la rara especie de los entrenadores capaces de obtener beneficios de las situaciones conflictivas. Poseen el don de fortalecerse en los momentos críticos. Esta habilidad ha inducido a Mourinho a generar situaciones de inestabilidad sin preocuparse por las consecuencias. Forma parte de su modo de gestionar empresas futbolísticas y resulta eficaz porque el fútbol es un negocio hecho de tensiones más o menos artificiales. Esta tarde, en El Molinón, el entrenador del Madrid tiene ante sí un desafío a la altura de su reputación. Consiste en ser capaz de liderar a su equipo desde la urna de cristal de un palco VIP y conseguir los tres puntos sin que al cabo de la jornada haya que lamentar hechos violentos, bajas por lesión u otros incidentes. Su biógrafo, Sandro Modeo, lo expresó en su libro Mourinho, el extraterrestre: el hombre se parece muchísimo a Houdini.
Desde que el Sporting perdió su último partido en el Camp Nou (1-0) con un equipo en el que jugaron cinco suplentes habituales, Mourinho ha acusado dos veces al entrenador del equipo de Gijón, Manuel Preciado, de algo muy parecido a desvirtuar la competición. "Un equipo no puede regalar un partido", dijo en la cadena SER, el jueves.
El viernes, Preciado se olvidó de la retórica sibilina de su homólogo y le llamó "canalla" antes de invitar a los hinchas del Sporting a intimidar al Madrid y sobre todo a su entrenador con una insoportable presión ambiental. La Comisión Antiviolencia ya había calificado al partido de "alto riesgo", con lo que se le asignaba una dotación especial de policía. El duelo dialéctico de los dos entrenadores ha empeorado las cosas. Ayer, Cristiano Ronaldo rompió su propio protocolo en su cuenta de Twitter: "Echo de menos el verano. Pero mañana el campo estará caliente".
Houdini, el ilusionista, se hizo célebre por sus escapismos. Nadie sabe cómo hacía para liberarse de las esposas, los candados, las cadenas, los sacos, los baúles, los estanques en los que le sumergían o las cárceles donde le encerraban. Nadie sabe tampoco cómo hará Mourinho para transmitir sus indicaciones tácticas a los jugadores ni cómo abandonará el estadio tras el partido. Ayer, el técnico no quiso ofrecer su tradicional conferencia de prensa y en el club aseguran que tampoco hablará en Gijón. Si resuelve hablar del partido o de Preciado, dicen, quizá lo haga en el aeropuerto. El mejor lugar para practicar un buen escapismo.
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