_
_
_
_
_

El Somorrostro recupera su historia

El Ayuntamiento de Barcelona señalizará los principales espacios de barracas

"¿Que cómo era la vida allí? Mala, muy mala. Mucha miseria. Los peores años de mi vida, sin duda". Julia Aceituno, una risueña mujer de 72 años, provocó un pequeño terremoto cuando en el magnífico reportaje Barraques. La ciutat oblidada, de Alonso Carnicer y Sara Grimal, lamentaba que no hubiera ni mención del nombre de Somorrostro, el barrio de barracas en el que vivió su adolescencia. Su petición, espontánea, provocó una reacción en cadena y ayer allí estaba ella, junto al alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, escuchando como este afirmaba que será un mero trámite que el trozo de playa que va desde el hospital del Mar hasta el final de la calle de la Marina se llame de nuevo así, Somorrostro, como había sido siempre.

Falta que el cambio pase todavía por la comisión del nomenclátor del 17 de noviembre, pero según Hereu puede darse prácticamente por seguro. Un poco más laboriosa, aunque también segura, será la instalación de las placas conmemorativas en aquella playa y en otros antiguos enclaves de barracas de la ciudad. "No es un ejercicio de nostalgia, sino el reconocimiento de una parte de nuestra historia", señaló Hereu, quien recordó que la recuperación de la memoria del barraquismo la inició una exposición organizada en del Museo de Historia de la Ciudad. "Tenemos que mirar atrás con orgullo porque hubo miles de personas viviendo en estos barrios y gracias a la lucha de esta gente se pudo superar esta etapa y mejorar la ciudad".

Gente como la misma Julia, que desembarcó en la miseria del Somorrostro a los 14 años. "Llegué en 1952, el mismo día que abría el Congreso Eucarístico", explica. "Mis dos hermanos mayores tenían trabajo y se compraron una casa. Cuando llegamos vimos que era una barraquita de tres metros cuadrados por la que habían pagado 25 duros de la época. Allí vivíamos siete personas, sin luz, ni agua, ni alcantarillas". En 1958 les echaron y estuvieron dos años viviendo en el interior del estadio olímpico -"nos hacíamos pequeños departamentos en las gradas con ropa y colchones", recuerda- hasta que a principios de 1960 les dieron un piso de protección oficial de 30 metros cuadrados que resultó que tenía aluminosis. Allí vivió hasta que en 2006 se mudó al piso nuevo de 96 metros cuadrados que tiene ahora.

La comisión ciudadana para la recuperación de la memoria de los barrios de barracas, impulsada por los dos periodistas de TV-3 que realizaron el reportaje, ha contado con el apoyo de más de 70 entidades y 800 personas, entre profesionales y antiguos vecinos. "Habría más, pero a algunos aún les da vergüenza", comentaba Maravillas González, que vivió en el Turó de la Rovira "una infancia malísima, realmente miserable".

Tal como proponía la comisión, el alcalde les aseguró ayer que tras los estudios necesarios se situarán cuatro grandes placas conmemorativas en los antiguos barrios de barracas del Somorrostro, Montjuïc, el Turó de la Rovira y la Perona, además de otras ocho, más pequeñas, para señalizar otros núcleos como el Camp de la Bota, Rere el Cementiri del Poblenou, Can Tunis, Poble Sec, Tres Pins, Raimon Casellas, Francesc Alegre y Diagonal-Santa Gemma.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_