Los bebés del Tea Party
¿Qué consecuencias tendrá el Tea Party para el resto del mundo? Es aún muy temprano para saberlo. No obstante, hay varias cosas que ya nos han quedado claras. Los miembros del Tea Party elegidos recientemente para el Congreso estadounidense tendrán mucha influencia, defienden ideas muy conservadoras y, al igual que todos los demás candidatos, durante la campaña electoral hablaron muy poco de temas internacionales.
Hay también algo que ya sabemos, que hasta ahora no se ha discutido y que tiene inmensas repercusiones internacionales: al Tea Party no le gusta la planificación familiar. Rand Paul, un icono del movimiento que acaba de ser elegido senador, ha criticado las políticas que intentan moderar el crecimiento demográfico. Según Paul, estas se deben a que "los Gobiernos temen tener demasiada gente que respire; es decir, humanos". Sarah Palin, la reina del Tea Party, rechaza cualquier tipo de educación sexual para adolescentes como no sean programas que promuevan la abstinencia hasta el matrimonio (el hecho de que su hija soltera quedara embarazada a los 17 años y que haya declarado que promover la continencia sexual entre los adolescentes no es realista no ha hecho que Palin dude sobre la eficacia de este método. Sin embargo, la evidencia estadística y el sentido común le dan la razón a la joven Palin).
No hay inversión con mayor rendimiento social que la dedicada a prevenir el embarazo juvenil
¿Qué tiene que ver esto con el resto del mundo? Pues que Estados Unidos es la principal fuente de financiación de programas de educación sexual, planificación familiar, salud reproductiva y contraceptivos en los países que más los necesitan. Y los nuevos congresistas del Partido Republicano ya han anunciado que quieren recortar los fondos asignados para estos propósitos.
Pongamos todo esto en un contexto más amplio. En algún momento, en alguna parte, el año entrante nacerá un bebé muy simbólico: con su llegada la población del planeta habrá alcanzado los 7.000 millones de habitantes. En 1900 había tan solo 1.500 millones de personas en todo el mundo, para 1950 ya había 2.500 millones; en 1980, 4.400; en 1990, 5.300, y ahora somos 6.900 millones. Sí, es un crecimiento acelerado. Y desigual. Algunos países se están despoblando y en otros hay una explosión demográfica. En Europa Oriental -incluyendo Rusia- la población caerá de 296 millones en 2005 a 219 en 2050. Por otro lado, el 60% de la humanidad vive en países con altas tasas de crecimiento demográfico. Elizabeth Leahy Madsen, una experta de Population Action International (una organización sin fines de lucro, que no acepta donaciones de Gobiernos y cuyo directorio presido), ha calculado que 1.000 millones de personas viven en países pobres. En esos países las mujeres tienen una media de cuatro hijos, lo cual determina que su población se duplique cada 35 años. Es allí donde se está produciendo un crecimiento demográfico vertiginoso. Citando datos de la Organización de Naciones Unidas, Leahy Madsen indica que si no se reducen las actuales tasas de fertilidad, la población de los 49 países más pobres del mundo excederá a la de todos los países desarrollados en aproximadamente 15 años. El ejemplo de Uganda ilustra de forma trágica esta realidad. Allí cada mujer tiene una media de seis hijos y en 2009 el país generó tan solo 100.000 nuevos puestos de trabajo. Si no bajan las actuales tasas de crecimiento, dentro de dos décadas la economía de Uganda deberá crear un millón y medio de nuevos empleos cada año. Esto sería un milagro. En cambio, sobre lo que no hay dudas es de que, a menos que se reduzca la actual tasa de fertilidad, dentro de 20 años Uganda producirá anualmente más de un millón de nuevos desempleados. Las consecuencias en términos de sufrimiento humano, pobreza, violencia o migración internacional son obvias y sobrecogedoras.
Y hay más. Cuando se interrumpe el acceso a los programas de salud reproductiva, educación sexual y anticonceptivos, el número de embarazos en adolescentes y los índices de mortalidad en las mujeres aumentan rápidamente. Todos los estudios demuestran que no hay inversión con mayor rendimiento social que la dedicada a prevenir el embarazo juvenil. Entre las madres adolescentes la escolaridad es más baja, el desempleo más alto y el número de hijos es mayor. Esos niños, además, tienen peor salud y un peso y una talla inferiores al promedio.
Quizás lo más trágico de todo esto es que es perfectamente evitable. Pero no para el Tea Party.
mnaim@elpais.es
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