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Columna
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Valenbisi

La implantación de la red de bicicletas públicas Valenbisi abre un tiempo nuevo para la movilidad en la ciudad, lleno de incertidumbres y de esperanza. No hay más que asomarse a las calles para observar la buena acogida que ha tenido entre la ciudadanía. Y ello a pesar de algunos fallos bastante notables. Unos se pueden solucionar. Por ejemplo, los errores en la reposición de las estaciones vacías y la liberación de postes de aparcamiento en las saturadas. Una complicación especialmente peliaguda en las horas punta de las facultades y en los picos del ocio nocturno juvenil, algo comprensible teniendo en cuenta que los estudiantes son sus mayores usuarios. El concejal de tráfico, Alfonso Novo, ha dicho que se va a solucionar, veremos. Sin embargo, lo que no tiene vuelta atrás es el modelo de bicicleta: más plúmbeo que una exaltación fallera y con menos amortiguación que la caída de la construcción. Inconvenientes que pueden ser disuasorios para los usuarios incipientes, poco entrenados y desconocedores del placer de la levedad ciclista. Si a las asociaciones de usuarios de la bicicleta se les hubiera consultado, el resultado hubiera sido otro. Pero entre las muchas carencias de la gestión de Rita Barberá está la cerrazón a la participación ciudadana.

En cualquier caso, el mayor problema es que se ha puesto la carreta antes que los bueyes, es decir, las bicicletas antes que una red adecuada de carril bici y un plan de amortiguación del tráfico de automóviles. Lo cual está llevando a que los nuevos usuarios de Valenbisi, menos fajados en la difícil práctica de moverse por la ciudad en bicicleta que los heroicos ciclistas urbanos tradicionales, estén invadiendo las aceras de modo abusivo. Si esta situación se perpetúa se dará la paradoja de que se conviertan en un elemento antipático para el peatón (su aliado natural frente al automovilista) y que a la vez estos potenciales usuarios cotidianos de la bicicleta acaben desistiendo ante la incomodidad de un cacharro pesado, la dificultad de encontrar vías amables y el odio del viandante.

En esta tesitura no es de extrañar que los colectivos de ciclistas urbanos (http://www.valenciaenbici.es/) hayan convocado para el sábado una manifestación, reivindicando la implantación de carriles bici en las grandes vías. Es un disparate que tanto la Gran Vía del Marqués del Turia como la de Fernando el Católico se hayan convertido en autopistas de ultraaceleración y superfrenado, llenas de ruido y con unos jardines que solo sirven como inmenso pipicán. La avenida del Puerto (fruto de la reivindicación) y sobre todo la reforma de Peris y Valero (sí, el plan ZP) demuestran que la convivencia es posible.

Sí, las bicicletas son para las crisis, pero en todas las crisis hay vencedores y vencidos. O ahora gana la bicicleta o Valenbisi acabará convertida en una gran chatarrería urbana, en la que el único triunfador habrá sido el mercado, J. C. Decaux, adjudicatario del servicio y beneficiario de la explotación publicitaria de la ciudad. Si es así, solo se habrá conseguido aumentar la contaminación visual de la ciudad a costa de una causa noble.

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