Burning, reyes donde Dios no existe
Nacieron en La Elipa, pero crecieron en tierra de nadie. Sin éxito comercial ni repercusión mediática, ninguna banda española como Burning ha tenido una historia tan gloriosa como miserable, que nunca antes había sido contada hasta la reciente publicación de su primera biografía, Burning. Veneno del rock, ampliamente documentada y escrita por Ricardo Moyano García y Carlos Rodríguez Duque. Con su chulería castiza, sus chupas de cuero y sus pañuelos y tacones glam, estos chicos del extrarradio de Madrid fueron la esencia misma de la cultura de calle, pero sin una escena a la que acogerse. Demasiado duros para los adolescentes burgueses de la movida madrileña, demasiado estilosos y baladistas para los representantes del rollo de rock bronca suburbial, como Ñu o Asfalto, caminaron su propia senda por el alambre, y fueron pioneros con sus canciones en castellano en la decadente dictadura franquista. Ya lo decía Ariel Rot de su etapa en Tequila: "Cuando nosotros empezamos solo estaba Burning".
Tras la muerte de Pepe Risi, Johnny Cifuentes cogió las riendas con dignidad y amor al espíritu de Burning
La formación original nació en 1974 impulsada por la simbiosis de dos almas gemelas, Toño Martín -cantante, aunque al principio fichado como bajista- y Pepe Risi -guitarrista, que comenzó tocando flamenco-, emblemas del grupo que morirían en 1991 y 1997, respectivamente, consumidos por sus excesos con las drogas. Románticos y extrovertidos, ambos eran amantes del rock'n'roll más genuino, aunque el primero, más fan de Lou Reed, y el segundo, de los Rolling Stones. Con ellos estaban Quique, Tito y Johnny Cifuentes, el último en llegar al órgano y el único que está al frente de los Burning actuales. Johnny, Pepe y Toño formarían los tres grandes pilares del grupo, que vería entrar y salir a varios músicos. Al principio, cantaban en inglés, aunque sin mucho atino por la pronunciación de Toño, como testifica su primer sencillo, I'm Burning. Pero lo suplían con descaro. De sus inicios en las salas J&J y M&M, donde llenaban, dieron sobradas muestras de ser una banda de directo. Con seguidores como el poeta Eduardo Haro Ibars, eran todo un espectáculo sobre el escenario, como unos New York Dolls de La Elipa, con sus rostros pintados y su parafernalia teatral. De sus alocadas versiones del Sympathy for the devil de los Stones o cierres incendiarios con Johnny B Goode, de Chuck Berry, tomaron buena nota futuros integrantes de Los Enemigos, Nacha Pop o Gabinete Caligari, aunque adquirieron su propia identidad al decidirse a cantar en castellano.
Con temas como Jim Dinamita, Ginebra seca, Las chicas del drugstore o Mueve tus caderas, Burning creó un fascinante lenguaje musical y abrió las puertas de par en par al Madrid de la nueva ola. En Burning. Veneno del rock, se deja constancia de su vínculo parental con la movida, pero, a diferencia de esa generación, eran vistos como pandilleros. Tras los sobresaltos de la transición, aportaban una inaudita dosis de callejón y camaradería. Fernando Colomo quedó prendado del tema que compusieron para su película ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? (1978) hasta el punto de que desechó uno de Luis Eduardo Aute. Sin embargo, en la escena en la que se interpreta la canción sustituyó al micrófono a Toño, sensacional cantante, por el actor José Lage, Fifo, más esbelto y con mejor planta. De alguna manera, ilustra el fracaso comercial que persiguió a la banda. Si bien es cierto que algunas decisiones de gestión y producción no fueron acertadas, el rock no vendía y Burning eran puro rock. La adicción a la heroína se cebó con la pareja Toño-Pepe, que se partió en 1983, cuando Toño comunicó que abandonaba el grupo. Pese a su gran amistad, había tensión con Pepe y Johnny. Pensó en formar su propia banda, pero acabó en Briviesca (Burgos), donde alejado de la música murió de sobredosis. Risi quedó muy afectado, pero, sin desprenderse de su Gibson Negrita, se mantuvo como líder de Burning, contemplando la posibilidad de grabar en solitario. Ignorados por la industria, reforzaron su aura de culto entre músicos y entendidos, llegando a ser un referente de actitud en Malasaña.
Tras la muerte de Pepe Risi, un verdadero talento de la música española, muchos pidieron el final de la banda, pero Johnny cogió las riendas con dignidad y amor al espíritu de Burning. El espíritu de unos reyes sin corona, de unos chicos de barrio sin los que no se puede entender el devenir del rock en España. O como ellos cantaban, allá por 1976, en Jim Dinamita, su primera canción escrita en castellano: "Tú no sabes quién soy, pero has oído mi nombre... donde Dios no existe allí reino yo".
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