David Lagmanovich, maestro argentino del microrrelato
No puede entenderse el auge del microrrelato en estas últimas décadas sin las importantes aportaciones del profesor argentino David Lagmanovich -fallecido el 26 de octubre en Tucumán (Argentina), a los 83 años-, maestro directo o indirecto de todos los que posteriormente nos hemos dedicado al estudio de este nuevo género narrativo. Periodista, escritor y ensayista, cultivador de la poesía, nació el 19 de agosto de 1927 en Huinca Renancó, provincia de Córdoba, y fue bautizado con el nombre de Josué David Lajmanovich. Germán, su padre, nacido cerca de Kiev, huyó de Rusia tras la Revolución, se afincó en Alemania, donde germanizó el apellido, y se trasladó a Argentina, donde llevó una vida azarosa, como vendedor ambulante; padecía brotes psicóticos, entonces llamados "arrebatos", como comentaba su hijo con ironía.
Tenía una ironía leve y franca que hacía muy grata su conversación
Así, la familia se vio obligada a frecuentes traslados por villorrios como Nicolás Bruzzone, en la provincia de Córdoba, o Chimpay, en la Patagonia. Además, el hermano mayor de David llegó a suboficial durante la dictadura militar, sin desempeñar un papel muy digno. Después, la madre, ya sola, en uno de los abandonos del marido, marchó a Buenos Aires y luego se instaló en Tucumán, donde los hijos se educaron y crecieron.
Estas historias de su infancia y años de formación, que luego he encontrado ficcionalizadas en sus microrrelatos, me las contó en Tucumán, una tarde de agosto de 2007, en la cafetería del hotel donde nos hospedábamos. Las relataba con tanto detalle y maestría que le pregunté por qué no escribía unas memorias. De su discreta respuesta deduje que había en su larga existencia demasiados episodios dolorosos que no quería revivir, como la muerte de su hijo Juan Cristián, en plena juventud, durante los años que vivió en Washington.
Lagmanovich, tras ganarse la vida en diversos oficios callejeros desde los 12 años (como músico o vendedor de prensa), sufrió pronto los embates del peronismo, como luego padecería los de la dictadura militar. Estudió en la Universidad de Tucumán, completando su formación, con becas, en la norteamericana de Columbia. En 1962 se instaló con su familia en Washington (estaba casado con Inés Cullell, de origen catalán, fallecida recientemente, con quien tuvo cuatro hijos), donde viviría 15 años, doctorándose en Georgetown. Tras la dictadura, regresó a la Universidad de Buenos Aires, donde fue director del Instituto de Literatura Hispanoamericana. Finalmente regresó a su querida Universidad de Tucumán. En 2008 fue nombrado miembro de la Academia Nacional de Ciencias.
Sus mayores aportaciones, dentro del campo de la creación, del microrrelato, quizá hayan sido libros como La hormiga escritora (2004), Los cuatro elementos (2007) y la reciente antología Por elección ajena. Microrrelatos escogidos, 2004-2009 (2010). En el terreno de la crítica literaria, sus contribuciones principales se encuentran en El microrrelato. Teoría e historia (2006); La otra mirada. Antología del microrrelato hispánico (2005), donde se recoge una exigente y generosa muestra del género, desde Rubén Darío hasta los narradores más recientes, como el español Hipólito G. Navarro o el mexicano Jaime Muñoz Vargas, y El microrrelato hispanoamericano (2007). Su último libro acaba de aparecer en Argentina, bajo el título de Memorias de un microrrelato, en Macedonia, editorial del escritor Fabián Vique.
Cumplidos los 80, David seguía teniendo un rostro aniñado, un andar cansino y una ironía leve y franca que hacía su trato y conversación muy gratos. Así, tuve la inmensa fortuna de ser su editor en la palentina Menoscuarto, donde José Ángel Zapatero le publicó tres de los libros citados, y de poder recurrir a sus inmensos saberes siempre que me surgía una duda o necesitaba una opinión ecuánime.
Creo que para todos los que hemos trabajado en el microrrelato, críticos y escritores (y puedo poner como testigos a Luisa Valenzuela, Ana María Shua, José María Merino o Raúl Brasca), David fue una referencia imprescindible, un maestro muy respetado y querido, al que echaremos mucho de menos.
Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona.
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