La agresiva campaña genera el desencanto de los brasileños
Los sondeos elevan la distancia de Rousseff sobre Serra y prevén un alza de la abstención y del voto en blanco
El desencanto cunde entre los 135 millones de electores brasileños convocados a las urnas el domingo para sustituir al popular y carismático presidente Luiz Inácio Lula da Silva. La agresividad de la campaña, los insultos mutuos de los dos candidatos, la falta de programas diversificados y la insistencia de Lula para que voten a su candidata, Dilma Rousseff, podrían llevar, según los sondeos, a una abstención y a un número de votos blancos y nulos mayor que nunca. A la vez, las últimas encuestas otorgan una clara ventaja a Rousseff sobre su competidor, José Serra, que se situaría a entre 10 y 15 puntos de distancia.
Al desencanto generado por las carencias de la campaña se suma un puente de cinco días que une la festividad de difuntos al día de los funcionarios. La coincidencia podría hacer que, sobre todo en las grandes ciudades, cantidad de electores dejen de votar en la segunda ronda de las presidenciales. En Brasil, el voto es obligatorio, pero es suficiente pagar una multa de poco más de un euro para no sufrir ninguna consecuencia legal. En la primera ronda, la abstención rondó el 18%, y las encuestas la proyectan ahora por encima del 20%.
La candidata de Lula tiene entre 10 y 15 puntos de ventaja
Muchos artistas e intelectuales que en un primer momento habían declarado su voto a favor de uno de los candidatos han acabado echando marcha atrás, anunciando que votarán nulo.
Lula quiso convertir estas elecciones en un plebiscito que comparase sus logros de ocho años de Gobierno con el pasado. Por ello, el eslogan acuñado para la campaña de Rousseff fue que los electores tendrían que decidir entre el progreso y el atraso, entre seguir su camino o volver atrás. La ecologista Marina Silva, en la primera vuelta, luchó para quebrar dicho plebiscito, presentándose como una alternativa basada en propuestas avanzadas y nuevas de política ambiental. Lo logró y con sus inesperados 20 millones de votos forzó una segunda ronda.
En las últimas semanas de campaña, sin embargo, los dos candidatos se olvidaron de sus programas -o se los fueron copiando descaradamente- y se concentraron más bien en una guerra de biografías: la inexperiencia política de Rousseff, que nunca había disputado unas elecciones, y la de Serra, con 40 años de vida pública a las espaldas.
En la confrontación, se desencadenó una campaña agresiva y hasta violenta físicamente, con el ataque a Serra en Río por parte de los militantes del partido de Rousseff, el Partido de los Trabajadores. Los programas de televisión se convirtieron, más que en la plataforma para presentar propuestas concretas, en la ocasión para lanzarse insultos recíprocos, con acusaciones de corrupción y descalificaciones de todo tipo.
Todo pareció valer, hasta la mentira. La campaña de Rousseff colocó en las listas de los artistas e intelectuales que la apoyan nombres famosos como el del mayor poeta vivo, Ferrera Gullar, siendo falso. Apoyando a Serra, llegaban mensajes de Marina Silva, la candidata ecologista, cuando ella había declarado públicamente su neutralidad y la de su partido, el Partido Verde.
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