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Columna
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Cristo versus Arizona

Tan revuelto anda el mundo cristiano, a pocos días del advenimiento de Benedicto XVI a Galicia, que ya no sabe nadie a qué atender, a qué santo encomendarse o a qué cura llamar papá. Lo último, lo last de lo last, es la circular del Arzobispado de Santiago pidiendo pasta -sin especificar cantidad- a empresas grandes, medianas y pequeñas para afrontar los cuantiosos gastos que, en el aspecto material, supone para las arcas diocesanas ejercer de anfitriones del ilustre personaje (Los otros cuantiosos gastos, los del aspecto espiritual, los dejan como una inversión a fondo perdido; casi como si tuvieran rotos los bolsillos del alma y los pocos céntimos de fe que les quedan se les colasen sotana abajo para instalarse entre el zapato lustrado y el calcetín agujereado). La misiva la dictó Dictino Maceira, ecónomo diocesano, el pasado 20 de octubre de este Año Santo de 2010. Tantos siglos esperando para que vinieran un par de papas (supongamos que no papás) a visitar el sepulcro del Apóstol y ahora resulta que hay que hacer peto dos semanas antes del sarao. El ecónomo ha dado a última hora una lección de rentabilidad sostenible a todos los ministros de economía occidentales y de paso pone en evidencia la contradicción en la que incurre el autonómico Gobierno profetizando vacas gordas y beneficios de 17 millones de euros para... Bueno, para alguien. Si nos ha venido Dios a ver, si va a caer tanto parné del cielo, sablear al sufrido empresario con la promesa de una bula fiscal suena a canto gregoriano con ritmo de bakalao discotequero. Es la danza de los sables, el me paso el día bailando y el qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor. Etcétera.

Tantos siglos esperando por el Papa y ahora resulta que hay que hacer pero antes del sarao

El Óbolo de San Pedro no es un impuesto revolucionario, ¡Dios nos libre!, sino la donación voluntaria que fieles de todo tipo (ya sean luchadores de sumo, paracaidistas o enlatadores de uvas sin pepitas para Fin de Año) hacen a la Iglesia. Con la petición dictada por el ecónomo diocesano compostelano, don Dictino Maceira, y sellada a mano por el Arzobispado compostelano, muchos de dichos fieles se tienen que estar debatiendo entre la fidelidad y la infidelidad, o sea entre la salvación de su alma y la salvación del presupuesto familiar para las próximas navidades. Un dilema, sí, pero no para Manuel Fraga, resucitador del Camino en su momento para asombro de ecónomos, diáconos, acólitos y paráclitos. Don Manuel hizo peto, días ha, al recibir el premio Otero Pedrayo (dotado con 30.000 euros) por una "aportación a la cultura de Galicia que traspasó todas las fronteras", en palabras del presidente de la Diputación de Pontevedra, Rafael Louzán. Es de suponer que el galardonado habrá recibido también la angustiada petición del ciudadano Maceira; aunque tan pobre cantidad, de ser donada, probablemente solo valga para financiar el pan de hostia que, tras la correspondiente transustanciación y previo pago, va a repartir Ratzinger desde el tremendo Gólgota artificial de la plaza del Obradoiro. Curiosa manera de cerrar el círculo para un viejo miembro de las Juventudes Hitlerianas que, eso sí, lo fue a la fuerza. Por supuesto y faltaría más. Zapatero y Feijóo estrecharán su mano dentro de unos días.

Con el mundo católico-apostólico tan revuelto entre óbolos esdrújulos, se anuncia en Irak la condena a muerte en la horca de un correligionario, Tarek Aziz, ministro cristiano de Sadam Hussein. Durante la redacción de la Constitución europea, en la que no creen ni sus redactores, se pidió desde varios sectores (algunos tan ateos como el área del lenguaje del cerebro de José María Aznar) que se incluyese una referencia al cristianismo como base de toda la cultura, la política, la economía y la estructura social occidental. Era razón necesaria para la tercera guerra mundial -así, con minúsculas- que Aziz intentó evitar y en la que llevamos varios años viviendo (y/o muriendo) tan ricamente en lo espiritual y tan pobremente en lo material (y/o viceversa). Tarek Aziz es cristiano y va a morir por ello. Ratzinger aún no ha demostrado a su rebaño que cree en Dios; el Maestro Mateo, sí. Duelo al sol en OK Corral sin óbolo para balas.

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