Castigado sin foto
Uno pensaría que noticias como la del adolescente saharaui tiroteado por la policía marroquí bastarían para arrebatar el inútil protagonismo a los chascarrillos chuscos, como las declaraciones del alcalde de Valladolid a costa de la ministra Leire Pajín. Pero no, como si quisiera vivir una especie de Diez negritos, aquella novela de Agatha Christie donde los personajes iban cayendo uno a uno, el alcalde ahora la emprende contra la ministra de Cultura, y ya le van quedando menos mujeres en el Gobierno a las que perturbar.
La coincidencia de sus declaraciones, unánimemente criticadas, con la apertura del festival de cine de Valladolid le costó que los protagonistas que pasaran por allá evitaran fotografiarse con él, y ustedes ya saben lo que les duele a los políticos que alguien no se quiera hacer la foto con ellos. Tanto es así que ha acusado a la ministra de coaccionar a los artistas para dejarle sin photo-call, que es para los cargos públicos como castigar a los niños sin bollo de merienda. Me temo que poco conoce el alcalde de Valladolid a Luis Tosar, Antonio Banderas o Iciar Bollaín si piensa que alguno de ellos se deja coaccionar fácilmente, tienen fama de testarudos, la verdad. Quizá en sus fantasías calenturientas imagina a Ángeles González-Sinde como reina del sado-maso capaz de someter a cualquiera a sus deseos. Por desgracia, otra vez va a dejarnos sin contar sus verdaderas fantasías, que me temo que tienen más gracia, más encanto y más ternura que sus realidades.
Todos tenemos derecho a las fantasías, hasta un alcalde de Valladolid y ante el micro de una radio. La Seminci habría sido el marco ideal para recuperar títulos que seguramente estaban en su subconsciente, como la sobrevalorada Garganta profunda o la más desconocida Mamadas a la española del director Severino. Déjelo ahí, señor alcalde, coacciónese a usted mismo a guardar silencio, al menos unos días, hasta que la tormenta escampe. No siga, necesitamos el espacio para asuntos importantes, lo ha dicho su propio líder. Si no va a dimitir aprenda del buen callar de los castellanos viejos. Aplique energías e ingenio a luchar contra la crisis; la jornada siempre deja un rato para las groserías entre amigotes y la satisfacción erótica en la intimidad.
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