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Reportaje:

"Mis vecinos son 'okupas"

Varias personas de este colectivo viven desde hace diez años en una casa del barrio de Txomin Enea - En ella residen, entre otros, un profesor y un albañil

Los lugareños del barrio de Txomin Enea, en el extrarradio de San Sebastián, cuentan que, hace algo más de diez años, el Ayuntamiento donostiarra amenazó al dueño de una de las casas más amplias y ajadas de la zona con derruir el edificio si no habitaba nadie en él. Dado el apego que este hombre sentía hacia la vivienda, decidió cederla en usufructo a otras personas gratuitamente.

Sea ficción, o sea realidad, una década después la casa sigue en el mismo emplazamiento, con sus agrietados ladrillos de color almagre, su puerta de chapa azul y sus ventanas con contrapuertas de madera muy deteriorada. En su interior, acoge a siete okupas.

"Somos gente normal, como cualquiera. Unos alquilan y tardan en pagar, otros compran y se endeudan. Nosotros nos organizamos en esta casa como en cualquier otra", indican desde la entrada del edificio una mujer y un hombre que apenas llegarán a los 30 años. Desde la salida se aprecia una habitación del interior de la casa, en la que, junto a las bicicletas de los inquilinos, se apilan libros, discos y utensilios de diversa índole.

Cada sábado organizan en una plaza un mercadillo con libros y discos
"Somos gente normal, como cualquiera", afirma uno de los inquilinos

No en vano, cada sábado en Txomin Enea, antiguos okupas de la casa organizan un mercadillo en la plaza del barrio y siguen utilizando como almacén su antigua vivienda. En él, los vecinos del barrio, aparte de comprar lo que deseen, pueden intercambiar sus ropas o sus libros. "No me parece mal que organicen actividades de este tipo", afirma un vecino de la zona.

"No somos gente rara. En esta casa, así como en las demás, hay gente que trabaja y gente que no. Como en la vida misma", explica uno de los moradores del edificio. En este sentido, según los residentes de Txomin Enea, en la casa hay un albañil, una trabajadora de la limpieza y un profesor de niños pequeños.

Entre los vecinos del barrio, hay opiniones de todo tipo. Una mujer asegura que, cada tarde, da un largo paseo con una de las mujeres de la casa okupa. "Es una amiga más. Jamás han molestado a nadie. ¿Por qué no tendría que pasear con ella? Creo que es mucho más extraño que no tengamos casi iluminación en el barrio o unas ratas del tamaño de un caballo. Mis vecinos son okupas, ¿y qué más da?", pregunta.

Lo que más preocupa a esta mujer es que un plan urbanístico prevé remodelar Txomin Enea, que se emplaza en la vega izquierda del Urumea. La construcción del nuevo barrio contempla la edificación de 1.233 viviendas, el 75% de ellas de VPO y el traslado de la cárcel de Martutene a Zubieta y ha generado dudas entre los vecinos, que temen no salir "bien parados" cuando les reubiquen en nuevas casas. Además, las obras están creando problemas ocasionales. "Metieron unas tuberías 30 metros por debajo de nuestras casas y se han movido. Trajimos a un geólogo y nos lo confirmó", abunda.

No obstante, otros vecinos de Txomin Enea, como María Ángeles, creen que la casa okupa no beneficia a la imagen del barrio, "muy dejado desde hace mucho tiempo". La mujer lamenta que no se hayan tomado medidas en diez años: "Estamos hartos. Después de tanto tiempo, alguien debería haber hecho algo. Si viven ahí es porque no pagan por nada. Es muy cómodo tener luz y no pagarla".

Por otra parte, los inquilinos del polémico edificio organizan anualmente una fiesta que conmemora cada nuevo año en el que la casa sigue en pie. "Tienen la música hasta altas horas, mucho más de lo que permite el Ayuntamiento. Me encuentro en la salida de mi casa de todo lo que uno se puede imaginar", apunta María Ángeles.

Además, la mujer se refiere al trato despectivo que recibe de los moradores de la casa, quienes "contestan con chulería" cada vez que ésta protesta por la suciedad que generan las barbacoas que organizan en la plaza contigua al edificio o por los "continuos enfrentamientos" entre su perro y el de una de las okupas.

"Yo jamás he tenido nada por lo que quejarme, nunca he tenido problemas, pero seguro que a nadie le gustaría tener una casa okupa en su barrio", apunta un vecino. Cuando comiencen las obras de remodelación del barrio, el edificio será derruido y nada quedará del espacio más controvertido y polémico de Txomin Enea en los últimos diez años.

La crisis potencia el movimiento

"Hasta hace dos años, sólo teníamos que convivir con una casa okupa, pero últimamente cada vez es más frecuente que tenga que venir la policía a desalojar viviendas en las que han entrado sin permiso alguno", explica una vecina de Txomin Enea, que recuerda cómo un año atrás unas personas entraron en una casa del barrio y la llenaron de basura. "Organizaban fogatas y no podías ni acercarte por la zona, porque podían aparecer ratas. Además, olía muy mal y no era demasiado seguro estar pasar cerca de ella", explica.

La crisis económica está contribuyendo a que el movimiento okupa vuelva a proliferar. Sin ir más lejos, una vecina del mismo barrio asegura que hace apenas dos semanas encontraron en su trastero a una pareja que había roto la ventana para entrar y se había alojado en su interior. "Cuando vimos los cristales rotos, imaginamos lo que había pasado", indica. "Creo que volverá a pasar. Estamos preocupados", asegura.

Según María Ángeles, una vecina de Txomin Enea, "los últimos meses me está desapareciendo ropa colgada, así que espero a que se seque del todo para guardarla en casa lo antes posible mientras hablo con una amiga". Además, la mujer lamenta el deterioro del barrio. "¿Dónde están los que tendrían que solucionar esto?", apunta.

Txomin Enea está a la espera de un plan urbanístico que modificará el barrio casi por completo con la construcción de 1.233 viviendas nuevas. Mientras, los vecinos piden que no "se abandone" la zona. Las viviendas, que están edificadas junto al Urumea, tienen graves problemas de limpieza, por lo que no resulta extraño ver ratas junto al parque. Además, la basura se hacina en algunas zonas. Por otra parte, la carretera, que por las noches no tiene prácticamente iluminación, está invadida por las zarzas.

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