Pasión, formas, colores, texturas...
Es reconocido y reconocible. Su imagen prácticamente no la ha modificado desde hace décadas y nunca se ha desprendido de la costumbre de llevar sombrero y vestir de negro. Pedro Moreno (Madrid, 1942) ha conseguido lo inaudito, ser uno de los grandes diseñadores de vestuario de la escena y el cine españoles (con Goya incluido) sin saber ni enhebrar una aguja. En cambio, atraviesa líneas, colores, texturas, volúmenes, lápices, telas, tintes y pinceles con la agilidad del viento y los resultados de un gran genio. No hay más que verle en su estudio madrileño, una suerte de taller en el que se "guarrea las manos", como dice él, tiñendo las telas de los trajes hasta que da con el tono que solo había vislumbrado en su imaginación. Un espacio donde a veces decide ser él quien dibuja, a mano y sobre la tela, los estampados de los vestidos; donde se enreda entre papeles sobre los que describe con expresiones, actitudes y colores el personaje para el que está creando. Y de los personajes vestidos por él se averiguan muchas cosas, antes de haber leído ni una sola línea o escuchado una sola palabra de lo que dice de él su primigenio creador.
Mientras se mueve con una mirada iluminada y una abierta sonrisa, siempre delatoras de estar pasándoselo muy bien con su trabajo, recuerda que él llegó a esto por casualidad: "Yo solo era un chico de pueblo cuya ilusión era hacerme maestro y marcharme al Congo". Pero no contó con que en su vida se cruzaría el diseñador y modisto Elio Berhanyer: "Me enseñó un mundo que me fascinó, un mundo lleno de colores, estéticas, armonías... descubrí que existía otra historia, otra realidad". Moreno fue su asistente y cuando la moda dejó de gustarle se lanzó de cabeza al teatro donde había tenido alguna incursión y nunca ha sido ayudante de nadie. "Pasé de hacer propuestas estéticas para anoréxicas a utilizar lo que sabía para crear personajes; tenía que haberme venido antes porque no conozco otra profesión tan fantástica y enriquecedora, en la que siempre se parte de cero y donde siempre te acompaña el miedo..., puede ser la última vez que lo hagas porque te salga mal y no vuelvan a llamarte, quien se piense que es alguien en esto está apañado, claro que lo apasionante de este trabajo es el riesgo, si no lo que tienes es oficio y eso no apasiona ", dice este hombre al que se ha definido como poeta del estilismo, además de artesano y maestro al que todos, menos él, sitúan entre los grandes del figurinismo (término que no le termina de gustar) español junto a Vitín Cortezo, Vicente Viudes, Miguel Narros o Francisco Nieva, todos ellos nada minimalistas y más cercanos al barroco que a otra cosa.
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