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Tentaciones

Hollywood no ama todas las lenguas

Walter Schonfeld, de 47 años, dice estar contento en su trabajo. Como para no estarlo. Lleva 18 meses siendo consejero delegado de SDI Media, una multinacional de traducciones audiovisuales que atiende a DreamWorks, Paramount, Warner y Disney Channel en 32 países y 52 idiomas. Hace unas semanas recibió una alegría envuelta en porcentaje. Su sector, la taquilla de las productoras estadounidenses fuera del mercado angloparlante, ha batido en la primera mitad de 2010 el récord de recaudación: un 13% más que en 2009. Y 2009, su estreno en el cargo, ya había sido un récord en sí mismo: 21.200 millones de euros. Un 7,9% más que en 2008 y un 30% más que en 2005. "No me voy a apropiar de esas cifras", escribe en un e-mail desde Los Ángeles. "Pero la razón no me viene de lejos: ha crecido el número de idiomas a los que se doblan las películas".

"Que en un contexto globalizado [Cataluña] defienda así sus reglas es casi literario"

Hollywood vive una fiebre del doblaje para recabar fondos del hasta ahora denostado mundo exterior: en 2007 estrenaba Spider-Man 3 en cuatro lenguas en India; ha empezado a hacer sus pinitos en idiomas como el ucranio y, gracias a mimar más el doblaje ruso, ve crecer ese mercado a un ritmo de un 30% anual.

Pero en ese contexto sigue habiendo una suerte de pueblo de Astérix: Cataluña. Con una población menor que la de Nueva Jersey y representando el 0,03% de la recaudación de una película, personifica la rebelión al juego de Hollywood.

"Las productoras son increíblemente respetuosas con el Gobierno, pero no aceptan imposiciones de carácter político", alerta Luis Hernández Carlos, presidente de la Federación de Distribuidores Cinematográficos. Y eso es lo que representa la Ley del Cine de Cataluña para Hollywood. No solo obliga a doblar películas a un idioma que históricamente tiene menor recaudación, sino que carga además los costes del doblaje del Gobierno regional a los distribuidores. A 30.000 euros el doblaje, por la docena de títulos que estrena un estudio al año, no les salen las cuentas.

"Es una ley lamentable", opina Chris Marcich, director europeo de la MPAA, la asociación de cine estadounidense. "Ya doblamos películas al catalán y, por desgracia, no funcionan en taquilla. Los consumidores catalanes ya han expresado sus preferencias con sus acciones".

Aunque la ley no está exenta de defensores, la sensación es que todos estos están fuera de la lógica económica de los estudios: "Es cierto que no hay demanda, pero es que hay que crear la oferta", explica Joan Antoni González, presidente de la Federación de Productores Audiovisuales de Cataluña. "Para ello, esta ley propone un periodo de adaptación de siete años". Tiempo suficiente para que un estudio estrene, por ejemplo, dos sagas estilo Crepúsculo.

Claro que si la cosa va de cuentas, el doblaje en sí es lo último que se cuida. Los dobladores tienen que afrontar condiciones cada vez más draconianas para conciliar la obsesión de Hollywood por la última hora (en España, Paranormal Activity 2 tuvo que doblarse varias veces por culpa de los remontajes), la animación (Cómo entrenar a tu dragón se dobló sobre bocetos) y el miedo a la piratería (la copia que mandó Warner de Watchmen a los dobladores españoles estaba completamente en negro, salvo unos ojos de buey que dejaban ver solo la boca de los actores).

"No deja de fascinarme que, en un contexto tan hegemónico gracias a la globalización, haya una nación tan pequeña que defienda sus reglas tan ferozmente", sentencia Schonfeld. "Es casi literario".

<b>Manifestación en Barcelona en 1997 reclamando a Disney que doblara <i>Pocahontas</i> al catalán.</b>
Manifestación en Barcelona en 1997 reclamando a Disney que doblara Pocahontas al catalán.MARCEL.LI SÁENZ

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