Sábanas prestadas
Contar un drama personal en clave melodramática no otorga categoría especial alguna al producto artístico que se pretende elaborar, sino al contrario. Wonderland está lleno de lugares comunes y facilísimos con un metraje excesivo hasta la saturación. El resultado rebote provoca el desastre escénico, una sucesión de escenas sueltas, la mayoría de ellas prestadas a la inspiración y originalidad de otros coreógrafos. Empezando por el emplazamiento del manicomio, que calca no solo la localización, sino el sistema expresivo de Mats Ek en el segundo acto de su Giselle. Pero las imitaciones siempre son pálidas y pueden llegar a lo patético, como en la pantomima del tullido.
También hay mucho en Wonderland del Béjart de Le presbytère (el comienzo de las sábanas: idéntico) y bastante fraseo atribuible a la organicidad terrenal de Kilian y hasta un acercamiento a la práctica coral de Duato. Ser epígono de un grande en ballet no lleva más lejos que a esto que se ve en el Canal, la reafirmación de que Ullate se ha equivocado otra vez en su carrera desesperada por ser actual; este ballet nació ya viejo. La escenografía es deudora directa de William Forsythe.
Wonderland
Ballet de la Comunidad de Madrid. Coreografía: Víctor Ullate; dirección artística: Eduardo Lao; música: Philip Glass; vestuario: Anna Güell; luces: Paco Azorín. Teatros del Canal. Hasta el 31 de octubre.
Ser un buen profesor no es básicamente un pasaporte para la buena redacción coréutica. Ullate ha sido un excelente formador, y tuvo un momento creativo apreciable cuando probó una mixtura de elementos vernáculos con la técnica de bravura (Jaleos fue lo mejor). Pero al no profundizar en ello, todo se perdió hasta desembocar en Wonderland, pieza que está ahora mucho peor que en el preestreno de Valladolid. Entre otras cosas, faltan los intérpretes principales Yolanda Correa y Dayron Vera (había sido creada sobre ellos), eran su sostén real. Al no encontrar el espectador el virtuosismo o la intensidad, el resultado es simplemente agobiante, reiterativo y pobre.
La suite musical sobre fragmentos de Glass carece de todo rigor musicológico, con trozos aparentemente seleccionados al azar sin tener en cuenta estilo, formación orquestal o tempo. Lo obtenido sobrecarga el oído gratuitamente y no se resuelve en la lógica del movimiento, resultando imposible encontrar un reglado aceptable.
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