Dalí, entre el arte y la farsa
Un apacible sábado en Figueres para ver las teatrales obras del excéntrico pintor y visitar el Museo del Juguete
Es sábado y Figueres arde en fiestas. No por nada en particular. Casi todos los sábados ocurre lo mismo. Figueres cumple a rajatabla con su función de capital de comarca (lo es del Alto Ampurdán, Girona) y cada fin de semana los habitantes de los pueblos vecinos se acercan a hacer compras y a lucir el garbo, como se decía antaño. A estos hay que sumar los vecinos franceses que cruzan la frontera y los autobuses de jóvenes (el sábado que aquí se cuenta, la ciudad estaba tomada por jóvenes italianos) que vienen de viaje de estudios y se desplazan perezosamente y en bloque compacto por las estancias del Teatro Museo Dalí, que no en vano recibe más de un millón de visitantes al año. Figueres, además de Dalí, cuenta con una amplia zona peatonal y comercial en la que no falta de nada que se denomina el Rovell de l'Ou, es decir, la yema del huevo.
Los martes, jueves y sábados por la mañana hay mercado de fruta y verdura en la bonita plaza de Gra. Merece la pena acercarse a esta fiesta de los sentidos siempre animada y comprar producto fresco de la zona. Por cierto, que los jueves hay también en la Rambla un mercado de ropa bastante importante en la comarca que siempre está muy animado.
Pero sigamos con los sentidos. Después del mercado y de desayunar en alguno de los bares que asoman a la Rambla, paseo en el que se reúnen los mejores edificios de la ciudad, entre los que destacan tres casas modernistas y donde se rinde homenaje a otro de sus ilustres personajes, Narcís Monturiol, inventor del submarino, o en algunas de las plazas de la zona comercial como la del Ayuntamiento o San Pere de Figueres, puede acercarse ya al Teatro Museo Dalí. Hay que intentar no coincidir con grandes grupos de turistas porque la visita es entonces bastante incómoda y puede llegar a producir un sentimiento de irascibilidad contra los jóvenes en viaje de estudios, las asociaciones en visita cultural, el arte de Dalí o la humanidad en general.
Corría el año 1961 cuando Salvador Dalí decidió hacer un museo dedicado a su obra en el antiguo teatro de la ciudad, abandonado tras ser arrasado por un incendio en 1939. El artista se entregó encantado a la labor, según explicó, por tres razones: "La primera, porque soy un pintor eminentemente teatral; la segunda, porque el teatro está justo delante de la iglesia en que fui bautizado, y la tercera, porque fue precisamente en la sala del vestíbulo del teatro donde expuse mi primera muestra de pintura". Dalí y la puesta en escena de su obra no dejan indiferente a nadie. En la salida se oyen toda clase de comentarios, buenos y malos. Alguien recuerda la frase del crítico de arte José Moreno Galván: "Dalí es un farsante como artista y un artista como farsante". Se produce un conato de discusión. Pero volvamos dentro.
Un niño de apenas cuatro años que miraba boquiabierto el Cadillac plujós (Cadillac lluvioso, 1978) que da la bienvenida al visitante afirmaba en voz alta: "Mamá, este señor hace cosas muy raras". Su boca seguirá abierta durante todo el recorrido alternando momentos más tranquilos, como cuando observaba los óleos de Dalí, entre los que destaca el Autorretrato blando con loncha de beicon frita y momentos álgidos de sorpresa y excitación como cuando intenta vislumbrar la cara de Mae West en la sala que lleva su nombre y sube la escalera que, entre otras cosas, convierte el sofá rojo en labios carnosos y las chimeneas en orificios nasales. Una de las salas más curiosas es la que contiene la colección permanente de 39 joyas que Dalí diseñó entre 1932 y 1970.
La fortaleza gigante
Después del derroche creativo del controvertido artista de Figueres, nada mejor que acercarnos paseando al castillo de San Fernando, la mayor fortaleza europea del siglo XVIII. Austera en líneas arquitectónicas, que no en dimensiones -la superficie total es de 320.000 metros cuadrados-, la fortaleza está abierta a visitas guiadas desde 1997. Su historia comienza un poco antes de que la ocuparan las tropas napoleónicas durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), y nos lleva hasta la Guerra Civil porque aquí se celebró la última reunión de las Cortes republicanas el 1 de febrero de 1939. Por cierto, que Salvador Dalí estuvo en ella como recluta en 1925.
Seguimos ruta por Figueres. Una buena opción es visitar el Museo del Juguete de Cataluña, una vuelta a la infancia de varias generaciones gracias al tesón y la ilusión del coleccionista Josep Maria Joan Rosa, que desde los años sesenta fue recopilando juegos y documentación. Hay más de cuatro mil piezas (sencillos mecanos, bicicletas, coches, caballos, trenes, muñecas de toda clase de épocas...), entre las que seguramente se encuentre aquel juguete con el que tanto se divirtió cuando era niño. Un viaje nostálgico en toda regla.
La gente continúa animando las calles y los comercios de Figueres hasta que cae la noche.
Guía
Visitas
» Teatro Museo Dalí (972 67 75 00; www.salvador-dali.org ). Plaza de Gala-Salvador Dalí, 5. En estos momentos, el museo abre de 9.30 a 18.00 (última entrada, 17.15); a partir de noviembre y hasta finales de febrero será de 10.30 a 18.00. Precio de la entrada, 11 euros.
» Castillo de San Fernando (972 50 60 94; www.lesfortalesescatalanes.info ). Abre de 10.30 a 15.00 (última entrada, 14.00). Precio de la entrada, 3 euros.
» Museo del Juguete (972 50 45 85; www.mjc.cat ). Sant Pere, 1. Abre de martes a sábado, de 10.00 a 18.00; domingos, de 11.00 a 14.00. Precio de la entrada, 5 euros (niños de 6 a 12 años, 4 euros).
Información
» Oficina de turismo de Figueres (972 50 31 55; www.figueres.cat ). Plaza del Sol, s/n.
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