_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los muertos

David Trueba

El programa de Telecinco Más allá de la vida cuenta con un aliciente para derrotar a sus competidores más directos. Participan en él los muertos. Todo gracias a la médium Anne Germaine, reputada vidente internacional con la que se pueden contratar citas para que te transmita mensajes positivos del más allá. Es importante lo de los mensajes positivos, porque uno recurre a ella con la tranquilidad de que tus seres queridos ya fallecidos no te van a mandar al carajo por persona interpuesta. Acostumbrados a las tertulias entre vivos, conectar con los muertos en la televisión es un logro. Seguramente los críticos de televisión sepultarán al programa bajo un alud de descalificaciones, resaltando su goce necrófilo, el afán morboso y la peligrosa frontera con el fraude. Pero yo me rindo al espectáculo.

La noche pasada, el programa invitó a la madre de Rocío Wanninkof, la joven asesinada en uno de los casos más espeluznantes de nuestra historia criminal reciente. La médium, con un físico de manzana entrañable y ojos de puro azul, transmitió a la madre mensajes cariñosos desde el más allá y detalles emotivos. El anfitrión, Jordi González, hace su trabajo con maestría, logra que la invitada se sienta serena y confiada, reconfortándola en el llanto. Mide la intensidad de cada momento y si cierto detalle se desvirtúa o resulta inapropiado, él lo reconduce con habilidad. Es un programa infalible, que puede llegar a fracasar de puro perfecto. Nunca hay que desdeñar el fallo y la imperfección como camino al éxito popular; a veces lo impoluto asusta.

Los vivos cumplen con creces las expectativas. La única pega reside en el papel de los muertos. Sus mensajes desde el más allá no trascienden el tópico confortable, lo previsible. Te quiero mucho, besos a la familia, cuídate, estoy feliz, nada sorprendente ni discordante. Puede que el muerto esté mal pagado o desganado, pero su implicación con el programa es demasiado liviana. Quizá las preguntas que se le proponen son muy planas, sin filo. ¿Quién te mató?, ¿existe Dios?, ¿se ve Telecinco en el Más Allá?, preguntas que todos nos hacemos, quedan sin plantear. Pero eso no desluce la intensidad, la emoción y la efectividad de un programa que hay que ver para creer.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_