La mejor España y la peor Escocia
El campeón del mundo visita a una selección clásica en el pasado y sin apenas presente
No hay parentesco posible entre la visita de hoy de España a Glasgow y sus agónicas batallas del pasado en suelo escocés. La Roja, para su fortuna, se ha sacudido la furia pretérita; a Escocia no le queda ni eso, salvo su grisáceo manto celestial, las brumas y los decibelios de sus cada vez más deprimidos seguidores. La última aportación del fútbol escocés llegó la pasada semana, cuando Craig Levein, el seleccionador, ordenó en Praga una táctica antediluviana: 4-6-0. Ni un delantero. Señal evidente del fango en el que se ha sumido Escocia, a la que apenas ya sostiene la mítica caldera de Hampden Park. Hace un mes, una cenicienta como Liechtenstein resistió con un 1-1 hasta el minuto 97.
En sus ocho participaciones en los Mundiales -la última, en 1998- y sus dos únicas Eurocopas -1992 y 1996-, Escocia jamás superó la primera fase, pero siempre fue un incordio por su tesón y juego guerrero, máxime en su feudo. Una de las inolvidables fotos fijas del fútbol escocés fue aquella de su ariete Joe Jordan festejando un gol en el Mundial de España 1982 sin rastro de dientes en sus encías. Se los había dejado incrustados en alguna cabeza de los defensores con los que peleaba. O aquel impresionante tanto de Gemmill a Holanda, también en el 82, que mereció una escena en Trainspotting. El espíritu ya no es el mismo y la calidad mucho menos. Hoy, el fútbol escocés es puro barbecho; España es un caladero extraordinario, incluso con su director de orquesta (Xavi) lesionado, su mejor goleador (Villa) desajustado y su socio de ataque (Torres) de baja.
Siempre prudente, Vicente del Bosque se espera un equipo corajudo, aupado por su hinchada y que tendrá más salida que en Praga. "Ha caído algo la calidad del fútbol escocés, pero conservan los valores de los equipos británicos y mantienen su carga ambiental". Pero en estos días nada achica al campeón europeo y mundial, que acepta su condición de favorito y no negocia su estilo ante nadie. Ni siquiera le vence la nostalgia. Lo sostiene Del Bosque: "La vida del futbolista es muy corta para recrearse en el pasado. Tenemos retos por delante y no me resulta difícil motivar a estos jugadores". También admite el seleccionador, como el capitán, Casillas, que ahora, al frente de la aristocracia del fútbol, España es un gran trofeo para cualquier adversario. Nada más seductor que ganar al gran campeón. Y más para esta Escocia de capa caída, sin jugadores de referencia, con el mayor cupo para el Glasgow Rangers y algunos alistados de la Premier League. Fletcher, centrocampista del Manchester United, es su principal guía.
Para esta cita el seleccionador español no prevé "prácticamente ningún cambio" respecto al equipo que se midió el pasado viernes a Lituania. Sí se da por segura la vuelta de Xabi Alonso en detrimento de Cazorla o Silva. Y solo si Sergio Ramos sigue con molestias en un tobillo habría más trueques. En ese caso entraría Arbeloa.
Una victoria en Hampden Park, escenario que cambió la historia de Casillas el 15 de mayo de 2002, dejaría a España a pocos pasos de la Eurocopa de 2012, en Ucrania y Polonia. Desde que Casillas saliera del banquillo para frustrar al Leverkusen en la novena del Madrid "han pasado muchas cosas". Bien lo sabe Iker. Bien lo sabe esta España.
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