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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Jekyll y Hyde

Visto que el autor nos avisa de que va a decirnos aquello que sabe de los hombrecillos, yo diré algo que sé de Millás. Uno emprende la lectura de un libro de Millás sabiendo que va a penetrar en un universo diferente, tan propio como los de Enrique Vila-Matas o Javier Marías. En sus libros se manifiesta lo millasiano, algo quizás indefinible pero también inconfundible. El trabajo del autor consiste en inventar una trama ingeniosa y dúctil que le permita después cuando convenga hacerla girar ligeramente y dejar al lector desorientado pero contento y divertido, como si hubiera montado en una montaña rusa. Los personajes raros, los comportamientos absurdos, los sueños que invaden la realidad y las palabras que parecen tener vida independiente están en todos sus libros y, desde luego, también en este último. Ahora bien, en Lo que sé de los hombrecillos, Millás nos ha despistado incluso en el título, pues la conclusión es que el narrador muy poco sabe de la naturaleza de esos seres, a pesar de que vea que son diminutos pero iguales a nosotros, se agiten arriba y abajo por su casa y él mismo experimente una ardiente ceremonia sexual que los emparenta con las abejas. Eso sí, adquiere conocimientos sobre un hombrecillo en particular y, en última instancia, sobre sí mismo, objetivo final de esta historia.

Lo que sé de los hombrecillos

Juan José Millás

Seix Barral. Barcelona, 2010

185 páginas. 17,50 euros

La vida de su protagonista, como es habitual en Millás, es sencilla y aburrida. Es un profesor retirado que dedica su tiempo a escribir artículos sobre su especialidad, la economía (que, desde luego, es una cuestión que interesa al propio Millás), y a cuidar de la casa (compras, comida, limpieza) mientras su esposa trabaja y batalla en la Universidad con el objetivo de asumir el Rectorado. Un dato perturbador: cuando se casaron acordaron ya que no mantendrían relaciones sexuales. Él no tiene hijos, pero recibe de vez en cuando la visita de la hija de su mujer con la nieta y el yerno. Millás, sin embargo, no permite que el lector se recree en esta situación que conoceremos gradualmente, pues desde la primera página quedamos informados de que la existencia del protagonista se ve perturbada por los hombrecillos que aparecen y desaparecen a voluntad. Así, desde el principio, se muestra un rasgo constante en la narración, él tiene algo que ocultar.

Cuando resulta evidente que uno de los hombrecillos es una versión del protagonista en pequeño surge el tema del doble, el otro yo que inquieta y atrae. Nuestro profesor jubilado llega a vivir dos vidas simultáneamente y comprende que su civilizada existencia se está destruyendo y ahora está "ya en el suelo". Y así entramos en el núcleo central de la novela, la rememoración de la clásica historia de Stevenson sobre el doctor Jekyll y mister Hyde, presentada como una amplificación, un comentario reflexivo sobre una relación tan destructiva como placentera que queda bien clara cuando el hombre pequeño suplica al hombre grande: "Déjame disfrutar de la fiebre y del tabaco y del alcohol y del crimen y del orgasmo". Puede que la novela peque de artificiosidad en algunos pasajes y la fantasía desplegada en la descripción de la intimidad y la vida social de esos hombrecillos no sea muy convincente, pero creo que Millás, si bien no ha logrado su mejor obra, sí ha construido con orden y claridad narrativa una de sus fábulas más directas y explícitas, enriquecida con detalles y comentarios muy pertinentes. Una fábula que presenta a personajes sin nombre en un tiempo indeterminado (no hay ordenadores ni móviles) y un asunto importante con ligereza y amenidad.

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