Dura y seria, siempre cumple
La heredera política de Lula se ha curtido en la gestión de la economía
Lula conoció a Dilma Rousseff en 2002, cuando convocó a un grupo de expertos del Partido de los Trabajadores (PT) para hablar de política energética. Faltaban meses para que se proclamara presidente y era el momento de dejar aclarados puntos básicos de su programa económico. Dilma, relató el presidente brasileño en una antigua entrevista, "destacó porque era objetiva y porque conocía de verdad el sector". Tenía 54 años, era economista, había tenido cargos directivos locales, y llevaba siempre a cuestas un ordenador donde parecían estar todos los datos y todas las preguntas. "Acabo de encontrar a una ministra de mi Gobierno", se dijo Lula.
Cuando tomó posesión la llamó, para sorpresa de todos, para hacerse cargo de la cartera de Energía. Tres años después, Dilma Rousseff fue elegida, también de forma inesperada, para ser jefe de su Casa Civil (una especie de Ministerio de la Presidencia, que actúa más como centro de poder económico que político). En 2008, el mismo Lula la lanzó a la carrera presidencial como su heredera, tomando otra vez con el pie cambiado a quienes se sentían con más derecho a sucederle.
Fue condenada a dos años de cárcel por "actividades subversivas" en 1970
"A Lula siempre le gustó que Dilma fuera una persona que conseguía que las cosas se hicieran, que le fuera extremadamente leal y, quizás, que nunca fuera la candidata más recomendable", comenta un directivo del PT.
Rousseff lleva pues muchos años metida en Ministerios y negociaciones, pero en la mayoría de los casos con empresarios y no con políticos. Los responsables de las grandes empresas españolas, por ejemplo, han tratado con ella una o varias veces. "Es seria, exigente y cumple con lo que dice", resume un diplomático español. Sin embargo, en este periodo ha sido siempre Lula quien se ha encargado de las negociaciones políticas. Es esa falta de experiencia política lo que más inquieta a los analistas, porque Brasil es un país complicado que exige tejer acuerdos, no solo entre partidos sino entre los distintos sectores de cada uno de ellos. El mejor ejemplo es el último Gobierno de Lula: de 37 carteras, 17 han sido para ministros de otros partidos. Dilma tendrá que demostrar rápidamente que es capaz de asumir ese protagonismo, antes de que otros lo hagan por ella.
Su vida ha sido lo bastante complicada como para que nadie dude de su carácter. Hija de un empresario y abogado comunista búlgaro y de una brasileña, se crió en Belo Horizonte, en un medio acomodado y politizado. Quizás por esos antecedentes familiares, Dilma, en un país como Brasil, con un fuerte sentimiento religioso, no es muy conocida por su devoción y la prensa opositora ha intentado explotar ese hecho para enfrentarla, por ejemplo, a la gran comunidad de evangélicos (más del 20% de los brasileños, incluida la candidata del Partido Verde, Marina Silva).
Ha tenido que ser Lula, que siempre se ha proclamado como católico, quien saliera a su rescate. Sus asesores de campaña electoral respiraron aliviados cuando pudieron distribuir, hace pocos días, una foto de una sonriente Dilma en una iglesia, asistiendo al bautizo de su único nieto, Gabriel, hijo de su única hija, Paula.
Otro rasgo especial de su pasado es su militancia, en los años setenta, en una organización guerrillera. Dilma siempre ha negado que participara en las acciones violentas de su grupo y de hecho cuando fue detenida, en 1970, fue condenada a algo más de dos años de cárcel por "actividades subversivas", una pena demasiado leve como para responder a hechos armados. Aun así, muchos piensan que sigue habiendo episodios oscuros y un diario de São Paulo ha reclamado que se haga público el expediente elaborado por el tribunal militar que la juzgó y que ha sido retirado de los archivos, según su responsable, "para evitar su manipulación en época electoral". En cualquier caso, se sabe que fue torturada y, según declaró a un periodista de la revista Piauí, "nadie sale de eso sin marcas".
Dilma Rousseff salió de la cárcel con 25 años, muy delgada y sin abdicar de sus creencias. Para estar cerca de quien fue el gran amor de su vida, su segundo compañero, Carlos Araujo, el padre de su hija, también detenido, marchó a Porto Alegre, donde reinició sus estudios de economía. En el gran perfil publicado por la mencionada revista, los compañeros de prisión de Araujo la describen como "simpática, solidaria y muy cariñosa". No coincide, probablemente, con la opinión que tienen ahora sus colaboradores, frecuentemente molestos por su aspereza en el trato.
Con Araujo vivió casi 30 años, hasta que descubrió que le era infiel y le plantó en la calle. Aun así mantienen una excelente relación. Él pasó una semana a su lado cuando le detectaron, hace pocos meses, un cáncer linfático. Dilma, que es coqueta y que se ha hecho dos operaciones de cirugía estética, se rapó completamente el pelo antes de que se le cayera y se sometió con ánimo a duras sesiones de quimioterapia. "Fue bueno sentir el agua correr por la cabeza", contó, cuando ya estaba curada.
Sus amigos más antiguos dicen que es buena compañera de viaje (visitó Europa tres veces, con distintas amigas, y según ellos habla inglés, francés y español) y que le gusta la pintura (Caravaggio, Matisse, la mexicana Remedios Varo). Sus colegas de trabajo la describen como "dura". Políticamente, siempre se distinguió por defender un papel importante del Estado, aunque desde el primer momento se opuso a la estatalización del sector eléctrico. Tal vez por eso contó con el apoyo de Antonio Palocci, el primer ministro de Hacienda de Lula, artífice de su inesperada política de austeridad, que tuvo que salir del Gobierno por un escándalo de soborno y que ahora, con Dilma como presidenta, prepara su regreso triunfal.
Entre sus apoyos figura asimismo José Dirceu, a quien sustituyó, también por otro escándalo, en la Casa Civil. Según explicó a Piauí el secretario particular de Lula, Gilberto Carvalho (cuyo despacho esta lleno de imágenes de santos), Dilma Rousseff es la persona que en los dos últimos años más veces ha hablado con Lula: todos los días del año. Incluso fines de semanas, cuando se reunía a jugar a las cartas con Lula y su esposa, Marisa. Eso ha sido lo decisivo a la hora de la verdad. "Dilma tuvo siempre una ventaja enorme sobre los demás candidatos: el apoyo de Lula".
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