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Análisis:La candidatura socialista a la Comunidad de Madrid
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Que siempre gane Zapatero aunque no se presente

Javier Casqueiro

Test de oportunidad. A Tomás Gómez le gusta estos días realizar, a modo de juego, un cuestionario a amigos y conocidos de la política que le interrogan sobre qué le sucederá a Zapatero tras el resultado del domingo. Pone sobre una cuartilla las cuatro hipótesis de futuro y alcanza, rápido y sin discusión, la conclusión que cree más conveniente para ambos. Los escenarios son: que gane Trinidad Jiménez las primarias pero no las autonómicas frente a Esperanza Aguirre (PP); o que gane ambas; y que gane Gómez las primarias pero no las regionales; o que gane ambas. El juego consiste en puntuar cuál es la mejor opción de futuro para Zapatero.

Para Gómez no hay duda posible. Lo mejor para Zapatero es que gane él las dos citas. Y lo teoriza. Se le puede llevar la contraria, naturalmente. Pero él sostiene que su triunfo frente a los elementos internos sería mimético al que Zapatero obtuvo en 2000 frente a José Bono, como le espetó a la cara al propio presidente del Gobierno en su encuentro del pasado 7 de agosto en La Moncloa. Así, defiende que si el próximo 22 de mayo él lograse apartar a Aguirre de la presidencia de la Comunidad de Madrid, Zapatero podría presentar ese logro como propio, en unos comicios además en los que no le aguardan precisamente buenos resultados.

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Claro que se pueden argumentar otras tesis. Por ejemplo, que esos méritos también se los podría arrogar la otra candidata, la preferida de Zapatero, Trinidad Jiménez. Y también que si Gómez venciese a Jiménez y a Esperanza Aguirre se convertiría ipso facto en un auténtico problema interno para el líder socialista, pues sería entronizado como el barón autonómico más importante del partido, con una comunidad de enorme poderío económico y de cargos, y una proyección mediática sin igual. Especialmente para los medios de la derecha, que tanto han tonteado con Gómez estas semanas "como el primer dirigente que dijo no a Zapatero", y que avivarían aún más el filón de las presumibles diferencias con tal de poder desgastar al presidente. Gómez, por todas estas razones, ha modulado algo su discurso y sus mensajes internos. Ahora es más de Zapatero que el propio Zapatero. Su candidato para relevar a Zapatero no es otro que Zapatero. Y es el primero que denuncia los movimientos especulativos de otros, ahora en el entorno político más cercano al presidente (es decir, Alfredo Pérez Rubalcaba y José Blanco), para situarse ante el postzapaterismo, que él denigra, rechaza y asegura que jamás alimentaría.

Es tarea casi imposible imaginar siquiera algún resquicio de duda en Trinidad Jiménez sobre Zapatero. Mejor dejarlo. En público todo son alabanzas. En privado es peor. Lo concibe como una misión. Lo que le pida lo hará, como ha hecho siempre. Y será así pase lo que pase. Le entra la risa floja al justificar que en este caso no hizo ni falta que le reclamase dar el paso adelante. Fue por convicción casi inductiva. Pasó algo muy parecido en un avión hace cuatro años cuando Miguel Sebastián se ofreció a inmolarse frente a Alberto Ruiz Gallardón. Luego, tras el revolcón, fue recolocado. Pero Jiménez ha hecho otra apuesta. Ya demostró hace ocho años, cuando perdió frente a Gallardón, que es capaz de quedarse y trabajarse la oposición hasta ser llamada por Zapatero para el Gobierno. Ahora haría lo mismo. Aunque su derrota también perjudicaría a Blanco y Rubalcaba, ese gran aparato federal sobre el que el propio padre de Jiménez ironiza si no es capaz siquiera de vencer en unas primarias.

Gómez, eso sí, no quiere precisar mucho sobre cómo se comportaría si pierde hoy. Si su estela se apaga esta noche. Cómo sería su relación con Zapatero si le pillan el órdago. Lo lógico y normal sería que renunciase a todo y se marchase, que retomase su cátedra sobre gestión sanitaria. Pero Gómez tiene sus compromisos grabados a fuego. Internos, con su equipo. Y con su apuesta política: frenar el poder de José Blanco. No quiere entregar el PSM a Blanco y los suyos. Es decir, al aparato federal. No quiere que su rebeldía la encarne en el futuro Antonio Hernando. No habla siquiera de Jiménez. No entregará el cargo. Tendrán que cobrárselo. Y probablemente lo harán. Pero a Jiménez, a la que efectivamente le gustaría disponer del control del partido si gana para dirigir su campaña frente a Aguirre, tampoco le apetece que la mangoneen. Nadie. Y lo repite varias veces, por si su imagen llama a engaño: "Yo también puedo ser muy dura".

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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