Pavor a las críticas
Lo que el todavía presidente Lula dijo durante un mitin de apoyo a Dilma Rousseff, la candidata de su partido en las elecciones del domingo en Brasil, fue lo siguiente: "Vamos a derrotar a algunos periódicos y revistas que se comportan como si fueran partidos políticos y no tienen el valor de decir que son partido político y tienen candidato". Hugo Chávez, presidente de Venezuela, pronunció sus improperios en otro contexto. Durante una rueda de prensa que se celebró tras su reciente triunfo en las elecciones legislativas, una periodista se interesó por una cuestión aritmética y le preguntó: ¿Cómo es posible que, siendo mínima la diferencia entre los votos obtenidos por el partido del líder de la revolución bolivariana y la agrupación que reunió a la oposición, el primero logre 98 diputados y el otro solamente 65? Esta chica vive en la luna, llegó a decir Chávez, tras tratar a Andreína Flores de manipuladora, de pertenecer a un medio que difunde mentiras y de tildarla de ignorante por desconocer la Constitución. No se entera de nada y hace "preguntas gelatinosas que no tienen fundamentación lógica", sentenció.
Por qué tanta desconfianza ante los medios de comunicación? ¿Qué está pasando en Latinoamérica para que cualquiera que tenga poder se sienta autorizado a atacar a quienes le hagan la más mínima crítica? En Argentina, el matrimonio Kirchner busca la mejor manera de hacerles daño a periódicos como La Nación y Clarín acusándolos de connivencia con la dictadura. Pero es que incluso Maradona arremetió contra los periodistas cuando cuestionaron su idoneidad como técnico de la selección albiazul.
Chávez ya ha cerrado algunas emisoras de radio y televisión que no le eran afines y se sabe, por su abrumadora presencia mediática, que es amigo de convertir a quien le manifieste la más mínima pega en un perverso agente del imperialismo yanqui. Siempre sensato, Lula se había mantenido alejado de esta tendencia. Pero vio que su candidata caía en las encuestas tras las denuncias de corrupción que se publicaron contra el ministerio que Dilma Rousseff había presidido, y cargó contra los informadores. Y ese no es el camino: sin voces libres, no hay democracia que valga.
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