Ni jugando bien se gana al Rubin
El Barça, en la vuelta de Messi, no logra vencer la resistencia del equipo ruso
Hay situaciones en el fútbol que tienen difícil explicación, confrontaciones que comienzan con una sorpresa, se convierten en una afrenta y llevan camino de acabar en una burla. Así pasa en los partidos del Barça con el Rubin. Tres encuentros llevan jugados los azulgrana contra los rusos y no han podido ganar. Tampoco ayer, por más que la temperatura en Kazán era benigna, el campo estaba rápido y el campeón ruso ha perdido potencial por culpa del dinero del Zenith. No hay manera de derrotar al Rubin, ni siquiera después de completar un buen partido, académicamente muy interesante, bastante bien jugado.
Habrá quien piense que hay cuestiones que son imposibles de resolver desde la cordura, a partir de la racionalidad, y se imponen soluciones drásticas, para que cambien a favor de la normalidad. No es el caso tampoco de los duelos Rubin-Barça. Justo cuando se desordenó el partido, momento en el que apareció Messi para marcar las diferencias, Martins remató a la madera y la hinchada rusa creyó en la victoria mientras la azulgrana lamentaba la mala puntería. No hay antídoto contra el Rubin. Todos los encuentros se juegan en el alambre, exigen una máxima concentración y generan un tremendo desgaste físico y psíquico.
RUBIN KAZÁN 1 - BARCELONA 1
Rubin Kazán: Ryzhikov; Ryazantsev, Salukvadze, César Navas, Bochetti, Ansaldi; Murawski, Noboa (Natxo, m. 89), G.Karadeniz (Martins, m. 65), Kaleshin; y Komilenko (Sibaya, m. 61). No utilizados: Arlauskis; Kuzmin, Kasaev y Carlos Eduardo.
Barcelona: Víctor Valdés; Alves, Piqué, Puyol, Maxwell; Xavi, Mascherano (Messi, m. 60), Busquets; Pedro, Iniesta y Villa (Bojan, m. 86). No utilizados: Pinto; Keita, Milito, Abidal y Thiago.
Goles: 1-0. M. 30. Noboa transforma un penalti cometido por Alves sobre Kaleshin. 1-1. M. 60. Villa, tras otro penalti de Salukvadze a Iniesta.
Árbitro: C. Çakir (Turquía). Amonestó a Salukvadze, Puyol, Ansaldi, Sibaya y Piqué.
Estadio Central: 28.500 espectadores.
El partido exigió a los azulgrana mucha paciencia y control emocional
A Dios rogando y con el mazo dando. El tiempo no pasa para el Rubin Kazán en la Copa de Europa. El campeón ruso procuró repetir la liturgia de la temporada pasada, la invocación divina de siempre, la misma declaración de intenciones y una formación igualmente defensiva. No había sitio para jugadores nuevos, futbolistas conocidos como Martins o Carlos Eduardo, y en cambio hasta seis zagueros y un doble pivote defendían el marco del excelente Ryzhikov. Berdiev juega con negras contra Guardiola. Nadie ha neutralizado mejor al Barça, y el técnico del equipo ruso quería demostrar ayer que ha perfeccionado su sistema de esterilización en un exigente partido. El marcador le dio la razón.
A Guardiola le tocaba probar que ha aprendido a atacar a un Rubin que formaba con hasta ocho jugadores de los que le derrotaron en el Camp Nou. Aunque el técnico azulgrana apenas tocó la alineación de Bilbao, introdujo un cambio sustancial: Mascherano ocupó la plaza de Keita. El argentino se situó como tercer central mientras Busquets reforzaba la medular para fortalecer la línea de recuperación y asociarse con Xavi e Iniesta. El partido exigía por parte azulgrana mucha paciencia, precisión y velocidad de ejecución, además de un buen control emocional, sobre todo porque el rival es especialmente fuerte en las jugadas de estrategia y las contras.
No es fácil jugarle al Rubin. No hay espacio para tocar, ni tiempo para pensar, resulta dificultoso pisar el área desde la elaboración. Los rusos, aseados y deportivos, anticipan, enciman,presionan, se tapan con cinco, seis, siete y hasta nueve futbolistas. Hay que ser selectivo en el tiro, aprovechar las ocasiones, tener malicia. De nada sirve perseverar con el balón, combinar, aguardar y buscar una nueva oportunidad, si se falla frente al portero como pasó con Pedro y Villa. Al Rubin, por el contrario, le bastó con un error azulgrana en un rechace para provocar el penalti a Kaleshin que transformó Noboa. Los rusos no perdonan una, saben que puede ser única.
A favor de marcador, el Rubin aumentó sus prestaciones, mejoró en confianza, mientras el Barcelona se destemplaba un poco, flojo en las áreas, falto de pase interior y, sobre todo, de puntería, incapaz de dañar al contrario a partir de la posesión del balón. Había que dar un pase al frente, abrir más el campo y dar más ritmo al partido a riesgo de conceder ocasiones al Rubin, bien parado, veloz en el contraataque, excelente en el repliegue. Ante la imposibilidad de conseguir situaciones de superioridad numérica, al Barça no le quedaba más remedio que forzar los mano a mano o la pared, encomendarse a jugadores como Iniesta.
Y funcionó el uno contra uno del manchego, atropellado por Salukvadze. Villa empató de penalti y el encuentro se puso estupendo para la reaparición de Messi. La ambición del Barcelona fue tanta que puso en peligro su victoria, porque por cada dos tiros y medio de los azulgrana se contaba uno de Martins. El nigeriano desestabilizó a la zaga del Barça y hasta llegó a rematar al palo mientras ni Messi ni Bojan daban con la portería de Ryzhikov.
A punto estuvieron los azulgrana de perder la cabeza con tanto alboroto, desquiciados con la fortuna del Rubin, incapaces de expresar su condición de mejor equipo del mundo, peleados con Dios y con el mundo. Maldición. Imposible derrotar de momento al Rubin. No hay explicación. Los clásicos dicen: el fútbol es así.
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