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La nueva cara de Serrano

Serrano, escaparate de la capital

Miles de personas visitaron la nueva calle durante todo el día - El Ayuntamiento ha invertido en la promoción 500.000 euros

María Martín

A la calle de Serrano le quitaron ayer, literalmente, el envoltorio. Después de 22 meses de obras que han sacado de quicio a comerciantes y vecinos, la calle más exclusiva de la capital celebró su puesta de largo. La vistieron como un regalo, como un lugar sin estrenar donde se cubrieron hasta las papeleras, y así lo interpretaron los miles de personas que recorrieron durante todo el día la renovada arteria comercial. Los hubo hasta que cambiaron la visita al Palacio Real por no perderse el estreno.

Con el dinero de más de una decena de marcas y una inversión municipal de 500.000 euros se montó un tinglado considerable. "¿Y esto va estar todos los días así?", le preguntaban relamiéndose algunos comerciantes al alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, que inauguró oficialmente la calle con un interminable paseo entre la multitud. Pues no, pero el edil sonreía y agradecía la "paciencia", consciente de que los empresarios de la zona han cifrado sus pérdidas en un 30% desde que comenzaron las obras. Costará un tiempo, pero el berrinche por meses de andamios y zanjas parece que se va relajando.

Algunos vecinos de la zona se quejaron de la falta de aparcamientos

La fiesta, a juzgar por las colas, fue un éxito y el día acompañó. Casi mil niños aprendieron las nuevas normas para circular en bicicleta con policías municipales. Otro circuito tentó a cientos de atrevidos a imitar con un coche las peripecias de la película Italian Job. Las terrazas no tenían una silla libre y hasta los habituales mimos del centro de la ciudad abandonaron la plaza Mayor para presentarse ante tan exclusivo y a la vez diverso público.

"Esta calle, como todo lo que hace este alcalde, es meterse en un follón increíble, pero al final le ha quedado bien", coincidían varios vecinos del barrio. Las pegas generales: que el único y estrecho carril bici no está diferenciado y es de doble dirección, la decepción de varios de los entrevistados que esperaban encontrarse con más terrazas donde tomar el aperitivo y la falta de aparcamiento, porque se acabaron definitivamente los coches en doble fila.

Los medios, las oficinas de turismo y el boca a boca cumplieron con su papel y atrajeron a muchos madrileños al evento. "Yo he venido desde Moncloa solo para ver la calle", contaba Pilar Quintana, 28 años, directora de arte para series de televisión y poco habituada a pasearse por el barrio de Salamanca. "Hay un esnobismo en este evento increíble. Se nota que hay nivel. Hay muchas familias con un montón de niños, pero son de otra clase. ¡Los pequeños van vestidos como adultos! Son como un anuncio de la tienda en casa", añadía bromeando. Más seria se ponía cuando hacía cuentas del dinero que se había gastado. "Soy una víctima, he acabado comprando más de lo que quería. Y aún me queda un rato...", reconocía.También los turistas se dejaron impresionar con los fastos de la inauguración. "Estamos encantadas con Madrid", contaban Sagrario Calvo y su hija, recién llegadas de Cádiz. "Estábamos en la plaza Mayor dispuestas a ver el Palacio Real y cuando en la oficina de turismo nos han dicho que Serrano estaba de estreno, nos hemos venido aquí", decía la mujer cargada de bolsas. "Nos han tratado muy bien a pesar de no ser clientes VIP", bromeaban antes de seguir de tiendas.

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"Hasta hace nada la gente creía que el coche en doble fila era bueno para el comercio. El madrileño clasicón creía que el coche mandaba y no es cierto", opinaban Juan Marín y su mujer, que viven desde hace más de 60 años en la zona de Serrano. "Lo que lamento es que nuestro alcalde dedique tantos recursos en este barrio y no en otros. Hoy en día no se puede reparar un bache o reponer un bolardo en Carabanchel o en Vallecas porque no hay dinero, mientras que aquí hay exceso. Me encanta la obra como vecino, tiene un diseño magnífico un acabado estupendo, pero siempre defenderé que hay que racionalizar los recursos", reivindicó Marín, mientras paseaba a su perro.

Quienes ayer se frotaban las manos eran los negocios que, ahorrándose las obras, se han inaugurado a la vez que la nueva calle. Fernando Ojeda, un joven empresario acaba de comprar un bar a la altura de la calle de Juan Bravo. Lo ha rebautizado como el callejón de Serrano. "Es un homenaje a la calle, porque me viene muy bien que se relacione con este rollo especial que está ganando el barrio, me han venido muy bien los eventos que se han organizado, que las aceras sean tan anchas... Las obras no eran necesarias, pero sí han sido positivas".

Al éxito de la fiesta no solo contribuyó la participación de los negocios de la zona, también ayudó el medio millón de euros que las arcas municipales han destinado para indemnizar a los comerciantes por tantos meses de obras. Una partida similar se dedicó al diseño y desarrollo de los planes de dinamización comercial del distrito de Latina, de Moratalaz y del eje comercial Narváez-Ibiza. Con la misma partida también se continuaron planes para activar el comercio en el barrio de las Letras, del casco antiguo de Aravaca y el de Embajadores.

Una observación parecida le hizo ayer al alcalde el actor Nancho Novo durante una breve entrevista en plena calle para la Cadena Ser. "Yo vivo en Carabanchel y no me parece que cuando acabaron las obras de la calle de General Ricardos se hiciese tal despliegue", le vino a decir el actor. Gallardón salió del paso diciendo que aunque General Ricardos también tuvo su plan para impulsar el comercio, Serrano era "más importante", como escaparate de la ciudad. Una señora que escuchaba la entrevista añadió no sin ironía: "Claro, es que Serrano es de todos y Carabanchel de los demás".

Miles de personas acudieron a la inauguración de la reforma de la calle de Serrano. Al fondo, la Puerta de Alcalá.
Miles de personas acudieron a la inauguración de la reforma de la calle de Serrano. Al fondo, la Puerta de Alcalá.SAMUEL SÁNCHEZ

La exclusividad también está en las frutas

Bromea diciendo que es frutero desde antes de nacer y, aunque exagera, Félix Vázquez lleva la friolera de 40 años al frente de uno de los negocios más antiguos (y también exclusivos) de la zona de Serrano, la frutería que fundó su padre en 1943 en la calle de Ayala. Durante las obras se ha palpado varias veces los bolsillos pero dos años después su negocio y su fruta vuelven a brillar.

"Esto era una frutería vulgar y corriente y, ya que me tuve que meter a trabajar aquí por obligación familiar, me empeñé en conseguir un negocio distinto", recuerda Vázquez. "Cuando hace 50 años aquí no había mangos, ni papayas ni aguacates yo empecé a innovar y los traía de mis viajes. Mi padre pensaba que estaba loco. Tenía que prometerle que todo lo que no se vendiese yo lo pagaba... hasta que le demostré que era más rentable vender endivias que un repollo", cuenta Vázquez En rodeado de 200 variedades distintas de frutas y verduras.

El pequeño local de Vázquez, que adquirió su fama por ser el principal proveedor de frutas y verduras de la Casa del Rey, estuvo durante meses cercado por vallas y zanjas. "Han sido dos años durísimos. Lo hemos pasado fatal", recuerda Vázquez que nació hace 66 años en la actual trastienda que antes era su casa. "Ya sabía que esto era una obra faraónica. Yo que pinto mi casa y monto un follón impresionante pues imagínate lo que hemos tenido con la remodelación de una calle entera", cuenta con sentido del humor.

Una gran foto en blanco y negro, colgada sobre las impolutas verduras muestra al padre de Vázquez en la puerta del negocio agarrando a un conejo por las patas. Eran otros tiempos, otro barrio. "Hace años, cuando caía la noche, esta calle se llenaba de gente. Había bares, casas y mucho ambiente. Venía lo mejor de lo mejor. La calle ha perdido vida. Se ha llenado de oficinas...", lamenta el elegante frutero. "Lo que importa ahora no es la obra que se haya hecho si no que se mantenga. Hay que limpiar el barrio, cuidarlo. Que sirva para algo", concluye.

Los caballos que colonizaron la calle

Hace diez años que más una decena de animales exóticos gira en un carrusel, inspirado en los de principios del siglo XX, en el número 47 de la calle de Serrano. Ana Fuertes es la encargada, casi desde su inauguración, de darle vueltas durante ocho horas al día. Sus conocidos la llaman la alcaldesa de la plaza, pero por lo que cuenta hace algo más que mandar.

A las seis de la tarde de ayer más de 1.000 niños habían comprado su tique (de 1,70 euros) para fingir que galopaban durante poco más de tres minutos en uno de los tiovivos más exclusivos de la capital. Y el éxito se repite cada fin de semana. La familia propietaria de la atracción se la confió a Fuertes cuando apenas tenía 22 años y, desde entonces, se ha hecho con la plaza, los padres, los niños y hasta con los mendigos de la zona. Allí, ella los llama por su nombre.

Su joven ayudante, Macarena, piercing negro en el labio, bailarinas y lazo blanco adornándole la cabeza, estudia educación infantil y asegura que el tiovivo alimenta más su vocación que sus estudios. "No me veo dejándolo nunca", dice. "Aquí ves crecer a las familias. Les conoces hace años con una niña y ahora vienen con seis críos, te hacen regalos, te quieren...", explica la joven. "He conocido críos con tres años y ahora que tienen 16 todavía vienen a saludarme", añade orgullosa la alcaldesa

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Desde la diminuta caseta en la que Ana maneja los botones que ponen banda sonora a la zona puede verse como el tiovivo ha convertido esa plaza, la de San Pablo, en un parque infantil siempre lleno de niños.

Allí también trabaja, desde hace siete años, Vicente, el señor de los globos, que se autoproclama "el concejal de Cultura". Con un curso de magia y otro de globoflexia se saca la propina del fin de semana. No da más pistas para que no le reconozcan.

-¿Por qué, se avergüenza?

-Para nada, esto me llena tanto o más que mi trabajo.

Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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