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Columna
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Frivolidad

¿Qué es más grave, que el presidente Nicolas Sarkozy ordene la expulsión sistemática de los gitanos de Francia o que la comisaría Viviane Reding cometa una descortesía diplomática al censurar al Gobierno francés por esta decisión? Para el presidente Zapatero las palabras subidas de tono de la comisaria europea son más reprobables que el miserable ataque a los gitanos del presidente francés. ¿Convicción? ¿Frivolidad? ¿Cobardía?

No quiero creer que Rodríguez Zapatero apoye a Sarkozy por convicción. Hay razones para pensarlo, no en vano Zapatero es responsable del blindaje de las vallas de Ceuta y Melilla, que envían a los inmigrantes del mundo subsahariano el terrible mensaje de que la muerte es el peaje que Europa exige para entrar en ella. Pese a ello, no puedo creer que Zapatero apoye por convicciones ideológicas el patético ensayo de limpieza étnica ordenado por Sarkozy. Es cierto que los bandazos ideológicos de Zapatero hacen difícil seguir su evolución. Es cierto también que Zapatero es un presidente en apuros y ya se sabe que el pánico a la derrota ciega a los que tienen poder. Al tiempo que despierta su interés por las llamadas del populismo. Pero pese a todas estas razones, sigo queriendo creer que Zapatero no apoya a Sarkozy por convicciones ideológicas y morales.

Con su apoyo a Sarkozy en la expulsión de gitanos, Zapatero ha tocado fondo ideológicamente

¿Por qué le apoya entonces? Por una suma de frivolidad y cobardía. Viviane Reding lo ha descrito con nitidez: "No se puede echar a un grupo étnico de un país". En vez de defender a la comisaria europea, que ha tenido el coraje de acusar de violación de este principio fundacional de la Unión al Gobierno de uno de los grandes de Europa, Zapatero se acurruca ante el poderoso Sarkozy. ¿Por qué? Porque le debe demasiado. Sarkozy metió a Zapatero en el G-20, sabiendo que con ello se lo ganaba para siempre. Y así ha sido. Zapatero es sarkodependiente. Y esta dependencia le impide ver que es más importante defender los valores democráticos de un atropello innoble como el de Sarkozy, que hacer de figurante en las reuniones de los grandes.

Da la impresión de que Zapatero agotó todo su coraje en su primera decisión: la retirada de las tropas de Irak. La respuesta de Estados Unidos a aquel gesto de elemental razón democrática, anonadó al presidente. El ejercicio del poder hizo el resto. Nunca más se ha atrevido a dar un paso valiente. Y se metió en una empresa tan equivocada en los conceptos como vacua en los resultados -la Alianza de Civilizaciones- para poner a buen recaudo su conciencia cada vez que le entraba el vértigo del riesgo.

La decisión de Zapatero -y de la mayoría de sus colegas- de apoyar los desmanes del presidente francés testifica obviamente del mal estado de la Unión Europea, que vive un momento de plena desagregación en que los Gobiernos estatales vuelven a comer terreno a la Comisión. Sería una excepcional noticia que la comisaria Reding consiguiera realmente que Europa sancionara a Francia como corresponde por algo que choca frontalmente con la idea de una Unión Europea nacida, precisamente, para que no volvieran nunca más los odios étnicos, la furia contra el otro.

Pero, además, Zapatero deja en mal lugar a España, donde la convivencia con los gitanos se ha llevado siempre de manera muy razonable. Y obliga a preguntarse si es que el presidente contempla la posibilidad de ordenar actuaciones parecidas a las emprendidas por su amigo francés. Del líder de la oposición, Mariano Rajoy, ya sabemos que sí. Con su defensa de Sarkozy, Rodríguez Zapatero da coartada a una oposición ávida de exhibir palo contra el débil. Al mismo tiempo, el presidente aumenta el estado depresivo de su partido. El PSOE, como toda la izquierda europea, vive un momento de gran desconcierto ideológico. En silencio, ha aceptado que se aplicaran a la crisis las recetas de los mercados y de las grandes corporaciones y que la política del Gobierno renunciara a su autonomía. Ahora, en silencio, tiene que asistir a algo que repugna al ideario de cualquier partido democrático y de izquierdas: la validación de unos actos de humillación sádica del paria por espurios intereses partidistas.

Con su incapacidad para conducir y controlar el relato de la narración de la crisis, Zapatero había tocado fondo políticamente. Con su apoyo a Sarkozy en el lamentable episodio de los gitanos ha tocado fondo ideológicamente. "Es legal", argumentó el presidente. ¿Hay que explicarle al presidente que legal, en el caso que lo fuera, no significa que sea defendible ni moral ni políticamente?

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