Un retrato excepcional

El artista catalán Santiago Rusiñol (Barcelona, 1861-Aranjuez, 1931) no pintó muchos retratos. En la obra del autor modernista abundan otras temáticas, otros estilos, como vistas urbanas, paisajes, composiciones simbolistas o vistas de jardines. Pero precisamente, el Museo de Bellas Artes de Bilbao acoge dentro de su programa La obra invitada, desde ayer y hasta el próximo 9 de septiembre Retrato de Miquel Utrillo, un óleo de grandes dimensiones (222,5 por 151 centímetros), cedido para la ocasión por el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

El programa empotra las obras prestadas dentro de la colección permanente de la pinacoteca. En esta ocasión, el Retrato se codea con lienzos de artistas vascos datadas a finales del siglo XIX y principios del XX, incluidos un sorolla y otro trabajo del propio Rusiñol: Patio (1887). "La pintura catalana de entre siglos se corresponde mucho con la vasca del momento. Además, hubo una correlación grande entre los pintores de un lugar y otro", subrayó el director del museo, Javier Viar, quien junto a Borja Baselga, director de la Fundación Santander, entidad que financia el programa, y la conservadora Ana Sánchez-Lassa, presentó ayer el cuadro.

El cuadro supuso un punto de cambio en la carrera del pintor

"Nos ha parecido de mucho interés esta obra de Rusiñol, porque revela un aspecto desconocido del pintor, que es su faceta como retratista" y "encaja perfectamente" en la sala en la que se ha expuesto, explicó Sánchez-Lassa. Aunque el Retrato suponga una excepción dentro de la trayectoria del autor catalán es una pieza de gran calidad, según destacó la conservadora. El artista pintó el cuadro en el invierno de 1890-1891. Por aquella época, Rusiñol compartía apartamento en París en el Moulin de la Galette, donde transcurre la escena que aborda en el lienzo, con Utrillo y con el también pintor Ramón Casas.

El óleo muestra "un ambiente de cierta melancolía, reflejado en la postura de Utrillo, que lleva unos papeles en la mano que hacen referencia a su faceta de escritor y periodista", señaló Sánchez-Lassa. Rusiñol pintó otros dos retratos más de Miquel Utrillo: uno en el que posa de frente y otro en el que aparece sentado, tomando varios apuntes, también en el Moulin de la Galette. La escena la completan unos farolillos, que se solían instalar en verano para la celebración de bailes, y unas plantas, "desarrolladas con cuidado" y que anuncian los paisajes que posteriormente pintaría el artista barcelonés.

Los estudios realizados han permitido constatar que el lienzo presenta una cuadrícula perfecta, lo que hace suponer que Rusiñol tomó unos apuntes del natural y terminó el Retrato en su estudio.

Viar destacó que se puede tomar esta obra como un punto de inflexión en la trayectoria del pintor. Si las plantas anuncian lo que vendría después, el otro lienzo de Rusiñol expuesto en el Bellas Artes, Patio, resume en buena medida lo que hasta entonces había hecho el artista. "Es un interior algo previo a este cuadro, más realista, pero con un intenso trabajo de la luz. El Retrato sería una obra intermedia para pasar luego a las obras maduras", explicó Viar.

Con el cuadro de Rusiñol se completan ya 31 ediciones del programa La obra invitada, desde que se iniciase en 2001, y gracias al cual el Museo de Bellas Artes ha acogido 32 trabajos (se incluyeron dos rubens) de artistas como Picasso, Chillida, Van Dyck o Zurbarán.