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Columna
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Apaga y vámonos

Agobiado por sus deudas que ya son nuestras, perseguido por sus acreedores y sin opciones para seguir endeudándose, el alcalde de Madrid ha decidido no pagar la luz de la M-40. La coyuntura requiere grandes sacrificios y Ruiz Gallardón está dispuesto a sacrificar la seguridad vial en aras del ahorro que es virtud muy celebrada y recomendada en estos tiempos. Las deudas del gran capitán del municipio se acumularon por oneroso y reiterado despilfarro con corazonadas olímpicas y obras suntuarias que ahora, llegado el tiempo de las vacas famélicas, se antojan faraónicos caprichos, insultantes derroches. Necesita el Ayuntamiento de la recortada villa soluciones imaginativas, si no para solucionar sus problemas financieros al menos para eludir y dar largas a sus acreedores; lástima que ya no pueda recurrir a la asesoría de reputados expertos en el tema como Manuel Vázquez, prolífico dibujante y deudor paradigmático que encarna en el cine el no menos prolífico y paradigmático, Santiago Segura. En la película El gran Vázquez de Oscar Aibar, aparece el creador de las hermanas Gilda, La familia Cebolleta o Anacleto, agente secreto como maestro del escapismo y del sablazo, en fuga perenne de sus múltiples y siempre frustrados acreedores de los que llegaría a burlarse en una historieta gráfica titulada Vázquez by Vázquez, manual de deudores y consuelo de pícaros.

Ni las novenas, ni las rogativas de nuestro católico alcalde aliviarán las finanzas municipales

La novela picaresca, género de rancia estirpe ibérica, podría ser fuente de inspiración para los actuales inquilinos del Ayuntamiento, patio de Monipodio en el que se fraguara el caso Guateque de los mil sobornos, escándalo traspapelado, sumergido en el fondo de esa cueva de Alí Babá en la que se han convertido muchas administraciones públicas, garitos de truhanes, infames covachuelas donde toda inmoralidad tiene su asiento. A Gallardón no le salvan ni la fe ni la caridad. Dios en persona, y siempre por triplicado, ya se desentendió, a través de sus vicarios, de aquella petición eterna del padrenuestro: "Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores". La oración fallaba por ambas parte, ni Dios perdonaba nuestras deudas ni nosotros perdonábamos a nuestros deudores. Ni las novenas, ni las rogativas de nuestro católico alcalde aliviarán el estado de las finanzas municipales. A Gallardón le cortaron el grifo del endeudamiento y él nos corta las luminarias de la M-40. Apaga y vámonos y el último que apague la luz y que recoja las basuras.

Este Madrid hipotecado requiere medidas drásticas y si hay que vender la casa para salvar los muebles tendremos que estar dispuestos a prescindir de ciertos lujos, por ejemplo podríamos prescindir de La Cibeles y vendérsela al Ayuntamiento de Torrejón para que reluzca en ese Parque Europa entre las réplicas de la Torre Eiffel, la Torre de Londres, la sirenita de Copenhague, la Puerta de Brandemburgo o la Casa de Esperanza Aguirre en la Puerta del Sol. En ese parque temático de la estupidez megalómana, la Cibeles original sería la Joya de la Corona y la ciudad de Madrid se contentaría con una buena réplica, lástima que no podamos venderles también, la Casa de Campo, o el parque del Retiro por dificultades de traslado, La casa de Campo podría alquilarse a multinacionales interesadas en promover el golf (ahí contaríamos con el apoyo y la mediación de Esperanza Aguirre), y el parque del Retiro, con la ampliación del estanque, podría ubicar un puerto deportivo.

Vender a los ciudadanos, o alquilarlos, para pagar las deudas debe estar prohibido por algún convenio internacional, pero tal vez pudiéramos exportar a algunos ciudadanos de pro, por ejemplo a unos cuantos políticos. Todos sabemos que tienen su precio, solo hay que tasarlos, ponerlos en el mercado y esperar a que piquen los clientes. El que no les conozca que les compre.

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