En busca de un futuro
Tres inmigrantes narran sus vicisitudes para llegar a Euskadi y hallar trabajo - "Lo peor de estar aquí es estar lejos de mi familia. No sé cuándo les veré"
Puede decirse que Vasil, Ana y Amir son unos privilegiados en los tiempos que corren. Ellos son tres de los 139.229 inmigrantes que viven en el País Vasco y además tienen trabajo, aunque para lograrlo hayan tenido que renunciar a su familia, costumbres y amigos. En el último año, la cifra de extranjeros empadronados ha aumentado un 4,8%, el mayor porcentaje de crecimiento de España, según el Observatorio Vasco de Inmigración (Ikuspegi). Para Vasil, Ana y Amir no ha sido fácil dejar Ucrania, Nicaragua y Pakistán, respectivamente, pero reconocen que viven muy bien en Euskadi.
VASIL RAKIVNENKO Conductor
La primera vez que Vasil Rakivnenko salió de Ucrania tenía 15 años. Ahora cuenta 24. Pese a su juventud, soportó estoicamente tres días de viaje hasta llegar a Portugal metido en una furgoneta de mercancias adaptada para que entrasen 22 personas, y una deportación. Quería trabajar en otro país y por ello se unió a su hermano mayor tras pagar a una empresa, "si se le puede llamar así", 1.500 dólares por cruzar Europa.
La primera vez que subieron a la furgoneta se dirigieron hacia Polonia y Alemania, pero la policía germana les deportó tras detenerles un control. Volvió a intentarlo meses después. Esta vez, logró llegar a su destino vía Italia, evitando Alemania.
"Me pasé todo el viaje pensando si me volverían a deportar y con miedo de que las mafías y la policía nos pillasen. Por las noches dormíamos al raso desperdigados y durante el día viajábamos. Era la única forma de evitar problemas", narra en perfecto español.
La aventura portuguesa duró año y medio, tras lo que Rakivnenko volvió a Ucrania para acabar sus estudios de Bachiller. Luego, trabajó en Inglaterra, pero no conseguió regularizar su situación laboral. Hace tres años, su hermano, quien vive en Irún, le gestionó un contrato de trabajo y volvió a dejar Ucrania, esta vez en avión.
Casado con Irina, su novia ucraniana, ella llegó a Euskadi cinco meses después que él. Tienen un niño y viven totalmente integrados en Irún. Vasil trabaja como conductor para una empresa y gana 1.400 euros al mes. "Cumplo un horario; ocho horas al día, no viajo", destaca. Para él resulta más importante estar junto a su familia que poner ganar 1.000 euros más.
Cuando este ucraniano habla y va repasando sus idas y venidas parece mayor de lo que es. A los dos meses de llegar a Euskadi quiso acabar sus estudios de Empresariales y se matriculó en Mondragon Unibertsitatea con una beca del Gobierno vasco. De momento, se halla pendiente del resultado de dos exámenes para diplomarse. "Un año después de empezar los estudios, recibí en la cuenta un dinero que me cayó del cielo. Ya me había olvidado de él", recuerda.
"¿Lo peor?, la falta de amigos. Aquí la gente es algo cerrada. Además, vengo de una ciudad, Poltava, de 360.000 habitantes que ya me parecía pequeña. ¡Imagínate vivir en una de 61.000!", concluye.
ANA PEREIRA Empleada del hogar
Con una voz dulce que contrasta con su fortaleza, Ana Pereira cuenta que "cuando se toma una decisión hay que mirar para adelante y nunca para atrás". Todavía está pagando el préstamo de 4.500 dólares que pidió para el billete de avión a Madrid y tener dinero de bolsillo. Su esposo, quien no ha emigrado, tuvo que poner las vacas de su ganadería como aval. Pero Pereira, de 30 años, no se arrepiente de haber dejado atrás Nueva Segovia, al norte de Nicaragua, para lograr un trabajo en Euskadi, aunque todavía no haya podido ahorrar el dinero que necesita para acercarse un poco más a su sueño: tener una casa e hijos en su país.
Lleva casi 10 meses viviendo en San Sebastián, donde recaló tras insistirle mucho una prima suya, quien le dijo que no resultaba difícil encontrar trabajo en el servicio doméstico. A las pocas semanas de llegar, halló su primer empleo en una casa donde le pagaban cinco euros la hora. Hoy, trabaja en una casa como interna. "Fue un golpe de suerte. Cuido a dos niños a los que quiero mucho y, de momento, me siento afortunada con la oportunidad que tengo", dice.
Ana es una mujer luchadora con las ideas claras. Estudió Administración en Nicaragua y le gusta opinar sobre la sitación de su país: "No es que no haya trabajo allí, pero los Gobiernos nicaragüenses que hemos tenido, por una cosa o por otra, siempre miran más por ellos que por los ciudadanos, y es díficil prosperar para mucha gente".
Como cuidadora, gana 750 euros al mes y espera quitarse la deuda que tiene pendiente con el banco en diciembre. Para lograrlo evita hacer gastos innecesarios, aunque envía dinero a su padre enfermo Los fines de semana comparte piso con cuatro hondureñas y un matrimonio argentino-marroquí. "¿Que si compensa dejar a mi marido allá y venirme? Es duro, pero me vine con la idea de que no sería para siempre, aunque a veces imagino que mi marido viene y que tenemos hijos aquí".
SYED AMIR ABBAS Montador
Syed Amir Abbas saca el topy del bolsillo de su bata de trabajo. Un gesto tímido para mostrar el casquete de lana que se coloca en la cabeza para rezar. Este joven paquistaní de 28 años partió hace cinco de su ciudad natal, Gujrat, a 150 kilómetros de la capital, Lahore, en busca de un trabajo que le permitiese mantener a su familia. Atrás dejó a su esposa, quien se quedó cuidando de la madre de Amir. Su hermano, quien lleva diez años vivienda en Logroño, le tramitó un contrato laboral y pudo vaijar con la documentación en regla. En este tiempo ha pasado por una decena de puestos de trabajo, ha compartido numerosos pisos, ha sido padre y no ha perdonado ni un solo día de Ramadán, que practica con rigor religioso desde los siete años. "Soy musulmán y seguir el Corán me hace sentir bien", apunta.
Ahora vive en Lasarte, trabaja como operario en una empresa de fabricación de válvulas en Hernani y los fines de semana juega al cricket en un equipo de paquistaníes y guipuzcoanos en Bergara. Gana 870 euros al mes y parte del sueldo lo destina a ayudar a su familia en Pakistán. Desde hace poco, también colabora con su hermano, que se halla en paro. Ni por un momento se cuestiona las estrecheces que conlleva tanto esfuerzo.
Abbas tiene unos profundos ojos negros a los que asoma cierta tristeza cuando habla de su hija de dos años. "Lo peor de estar aquí es estar lejos de mi familia, y no sé cuando podré ir a verles. Pero allí, no tengo trabajo y aquí sí", explica mientras muestra unas fotografías de su madre y su hija en el móvil.
Cuando puede se reúne con su hermano y sus compatriotas en Logroño para celebrar las festividades musulmanas, como el Día del Postre, el pasado día 17, la jornada siguiente a la celebración tras el fin del Ramadán. "Para mí es importante seguir con nuestras tradiciones. Este día rezamos en familia, nos sentamos a la mesa juntos y comemos un postre de primero", señala.
Euskadi, de momento, es el lugar donde este paquistaní reside y trabaja, aunque su cabeza esté más pendiente de lo que ocurre en su casa de Gujrat. Es cauto al hablar de terrorismo, pero deja claro que "la única verdad del Corán es hacer el bien". A nadie le extraña que de vez en cuando visite la mezquita de Rentería o que se ausente unos minutos de su puesto laboral para rezar. "La gente es muy respetuosa conmigo. En el trabajo me permiten coger algún día cuando tengo celebraciones porque hay tolerancia", destaca.
El futuro es incierto para Abbas, pero sí se imagina viviendo aquí con su esposa, su madre y su hija. "¿Podrá mi familia ver el reportaje en Internet?", pregunta.
La inmigración
- El Gobierno considera que el País Vasco necesitará incorporar en los próximos 20 años a unos 500.000 inmigrantes a su mercado laboral para fortalecer la estructura demográfica y la económica.
- En el último año, la población extranjera en Euskadi ha aumentado un 4,8% hasta las 139.229 personas, frente a un 1,1% de aumento en toda España.
- Álava, con un 7,6%, es, a excepción de Ceuta y Melilla, la provincia española con mayor crecimiento. Vizcaya se queda en un 4,6% y Guipúzcoa, en un 3,3%.
- Por países de origen, entre los diez más importantes están cinco sudamericanos (Colombia, Bolivia, Ecuador, Brasil y Paraguay), dos de la UE (Rumania y Portugal), otros dos africanos (Marruecos y Argelia) y uno asiático (China).
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