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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Crisis y ducha escocesa

Las noticias sobre la crisis se parecen a una ducha escocesa, con sucesivas oleadas de noticias positivas y negativas que dejan al ciudadano pasmado y sin saber qué conclusiones sacar sobre el futuro económico. La reciente noticia de que el PIB vasco ha evolucionado en estos años de crisis mucho peor de lo que se nos decía oficialmente es el último ejemplo que evidencia no solo la fragilidad técnica de los datos estadísticos que manejamos, sino la forzada interpretación partidista que de los mismos se hacen.

¿Estamos o no estamos saliendo de la crisis? La respuesta tiene siempre una fuerte parte de voluntarismo, pero en mi opinión tenemos que actuar como si todavía la crisis fuera a durar mucho tiempo, aunque probablemente ya no con la sensación de vértigo que se tuvo en el año 2009. Y la razón para esta opinión es que la economía vasca, como en general la de los países desarrollados, tiene pendiente de ejecutar todavía buena parte de las reformas que se necesitan

Tenemos que actuar como si todavía la crisis fuera a durar mucho tiempo

- Burbuja inmobiliaria. Recordemos que fue el detonante inicial de la crisis, allí en agosto de 2007 en EE UU y que se extendió a todo el mundo. Pues bien, hoy es el día que el precio de la vivienda vasca sigue siendo desproporcionadamente alto, por encima de siete veces el sueldo anual de sus potenciales compradores, por lo que estamos muy lejos de una situación sostenible. Por ello, mientras los precios no bajen sustancialmente, aquí y en todo el Estado, no volveremos a ver ese subsector en marcha.

- Sector financiero. La enorme burbuja financiera, concretada en un sobreendeudamiento privado sin parangón en la historia, explotó en septiembre de 2008 con el caso Lehman Brothers. Desde entonces los bancos no saben cómo aflorar cientos de miles de millones de euros en activos deteriorados y solo con la masiva intervención estatal se ha podido evitar el colapso del sistema. Las medidas que se están tomando, en Basilea III por ejemplo, tienden a corregir lentamente el exceso de endeudamiento mundial, de manera que en los próximos 10 años iremos viendo cómo el tamaño relativo del sector financiero se ve reducido respecto al actual, lo que implicará reconvertir a ese sector y obligará a las empresas a desarrollar su crecimiento en un ambiente de crédito escaso, lo que limitará su posibilidad de crecimiento. Todo muy a largo plazo.

- Sector energético. Fue también hace dos años, en junio de 2008, cuando el petróleo alcanzo el precio máximo de 140 dólares por barril, lo que fue la señal definitiva del derrumbe de la actividad industrial en todo el mundo. La crisis ha bajado la demanda y aliviado algo los precios, al nivel de los 75-80 dólares por barril, pero cualquier amago de crecimiento industrial conllevará una subida radical del precio de petróleo que ahogará el crecimiento.

La situación no cambiará hasta que a nivel mundial se avance más decididamente en el cambio de modelo energético, con irrupción sustancial de las energías renovables y de las políticas de ahorro energético. Es decir, mucho tiempo.

- Incremento de la productividad. El mercado actual pone en entredicho la productividad de nuestro sistema. Los países emergentes no solo han aprendido a producir barato, sino que lo hacen con calidades muy aceptables. Frente a eso, las empresas vascas no tienen otra salida que mejorar la calidad de sus productos, mejorar las estructuras para poder exportar en condiciones y ajustar sus costes internos, lo que en ciertos supuestos supondrá bajar el coste salarial por hora esperando. Eso va a significar que muchas empresas vascas no van a poder culminar la travesía del desierto y van a ir desapareciendo poco a poco en los años que vienen

- Racionalización del Estado de bienestar. Nos hemos acostumbrado a vivir por encima de nuestras posibilidades y a que el Estado nos proporcione una serie de bienes subvencionados. Como en la canción, todos queremos más y, además, pagar menos por ello. Este panorama es incompatible con la crisis fiscal que está sufriendo la Administración pública. En consecuencia, para conservar el Estado de bienestar habrá que purgarlo de sus excesos, acabar con los nichos de "aprovechados" que viven magníficamente a su sombra y reconsiderar buena parte de sus parámetros, desde el tema de las jubilaciones hasta el sistema de copagos en educación y sanidad, de forma que la solidaridad se ejerza de manera más selectiva y en beneficio de quienes la merezcan. El proceso durará años, si es que llegamos a hacerlo.

- Racionalización de la Administración. Unas empresas que tienen que conseguir crecientes productividades exigen una Administración eficaz y barata. Por lo tanto, hay que repensar el tema de los salarios de los funcionarios, que podrían ser calculados en relación a los salarios de los convenios de las empresas privadas, por ejemplo; su número, con utilización de baremos de productividad similares a la empresa privada, y la propia simplificación del entramado institucional. Casi nada se ha hecho en este sentido, por lo que harán falta muchos años hasta que se obtenga el nivel de eficiencia necesario.

En definitiva, las reformas que sabemos necesarios están todavía sin hacer y hacerlo va a costar muchos años. Seguiremos, por lo tanto, sometidos a la terapia de la ducha escocesa, con un chorro de optimismo seguido de otro de pesimismo.

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