Paradojas turcas
La reforma de su Constitución, por impulso de un partido islamista, acerca a Turquía a la UE
El primer ministro Recep Tayyip Erdogan ha salido airoso de una de sus más arriesgadas iniciativas desde que irrumpió en la escena política turca al frente del AKP, un partido de orientación islamista: la reforma de la Constitución de 1982, redactada bajo el Gobierno militar llegado al poder tras un golpe de Estado dos años antes. El peligro de que el referéndum del domingo se volviera en su contra fue suficientemente conjurado, tanto por la alta participación como por la clara victoria del sí. Erdogan dispone ahora de un camino más despejado para optar a un tercer mandato en las elecciones generales previstas en 2011.
Aparte de ampliar a los funcionarios algunos derechos que hasta ahora tenían limitados, como los de huelga y negociación colectiva, y de establecer una protección reforzada para los niños, los huérfanos, las viudas o los veteranos de guerra, el núcleo de la reforma se dirigía a reconfigurar el poder judicial y a reforzar la supremacía civil frente al Ejército. No solo pone fin al papel de los militares como garantes de las esencias laicas y nacionalistas del Estado fundado en 1923 por Kemal Ataturk; además, abre la puerta para que puedan ser juzgados por tribunales civiles.
El carácter democratizador de la reforma, reconocido por la UE, no impide advertir la paradoja política que se desarrolla en Turquía. La aproximación del Estado turco a las democracias europeas está llegando de la mano de un partido sin equivalente en la Unión, como es el islamista AKP. Las resistencias, por su parte, proceden de la oposición kemalista, que recela del Gobierno islamista de Erdogan, y de los partidos kurdos, partidarios de suprimir las barreras que dificultan su entrada en el Parlamento y la abolición de la Ley Antiterrorista.
El referéndum del domingo también supone un argumento adicional para que la Unión clarifique su postura respecto al eventual ingreso de Turquía. Mientras algunos Gobiernos europeos siguen deshojando la margarita y otros se inclinan por el rechazo en virtud de argumentos que tienen más que ver con el populismo que con argumentos aceptables, Turquía continúa haciendo los deberes bajo el impulso de un primer ministro islamista. La reforma de la Constitución ha sido un paso en la buena dirección, y así se ha reconocido desde la Unión. Pero ahora falta que la Unión vaya disipando las dudas sobre el compromiso adquirido con Turquía.
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