El jorobado de Cuenca
Las casas colgadas perderán pronto su hegemonía en las vajillas y juegos de té de las tiendas de recuerdos de Cuenca. Los primeros habitantes de la provincia castellano-manchega daban aún más miedo que esas arquitecturas desbocadas, y vivieron antes que sus primeros inquilinos, en concreto 125 millones de años antes. Son los dinosaurios de Las Hoyas, que ya se han revelado como un tesoro científico internacional.
El último fósil rescatado de sus estratos no solo es uno de los mejor conservados que han aparecido en Europa, sino que tumba una idea prevalente sobre la evolución de los grandes carnívoros del pasado remoto. ¡Y hasta tiene una joroba! Los científicos españoles le llaman Pepito para ahorrar tiempo, pero su nombre formal es Concavenator corcovatus. Esta última palabra es por la joroba; venator es por cazador, y conca porque es de Cuenca.
La nomenclatura suele ser la parte aburrida de cualquier estudio, pero lo dice casi todo en el caso de este gran reptil. Para empezar, es un dinosaurio, que es como hubiera llamado Aristóteles a estos lagartos terribles de haber llegado a conocerlos. Los dinosaurios (un superorden) se originaron a finales del Triásico, hace unos 220 millones de años, cuando toda la tierra firme del planeta se unió en una sola masa continental, Pangea.
Aquellos saurios primitivos se dividieron luego en los dos grandes grupos de reptiles gigantes reconocibles a simple vista: los herbívoros, como el enorme pero inofensivo diplodocus que suele dominar las láminas de los libros; y los que comían carne, llamados terópodos (por pie de bestia), protagonistas indiscutibles de las películas de dinosaurios. Los dos temibles carniceros de Parque jurásico son dos terópodos: el escurridizo velocirráptor y la gran máquina de picar carne de la antigüedad, el Tiranosaurio rex.
A este suborden de los terápodos pertenece el ilustre conquense. Medía seis metros de largo, el cuádruple que el velocirráptor del mundo real (los de Spielberg medían ya seis metros por encargo especial del director). Y para colmo es un miembro de la familia de los carcarodontosaurios, o lagartos con dientes de tiburón. La joroba no se sabe para qué era, pero es poco probable que resultara cómica para las presas de la época.
Los carcarodorontosaurios se consideraban originales del hemisferio sur, pero el jorobado de Cuenca indica que tal vez sean oriundos de Pangea, la tierra madre donde no había fronteras entre norte y sur.
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