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11-S, nueve años después

EE UU conmemora dividido el 11-S

Los estadounidenses viven un periodo de enfrentamientos derivados de la religión - Obama llama a la unidad de los ciudadanos en vísperas de una contienda electoral

Antonio Caño

La celebración ayer en Nueva York de dos manifestaciones separadas -enfrentadas- es apenas un pequeño indicador del clima de división en el que Estados Unidos conmemora el noveno aniversario del 11-S . Dieciocho meses después de haber elegido al primer presidente negro y a pocas semanas de unas nuevas elecciones en las que los conservadores pueden recuperar parte del poder, el país atraviesa por un periodo de enfrentamiento inusual en el que la religión es utilizada frecuentemente como motivo o como pretexto.

"Este es un día de reflexión y de recuerdo, y ojalá que fuera también un día de unidad", dijo ayer Barack Obama durante el acto solemne celebrado en el Pentágono, uno de los escenarios de los ataques de Al Qaeda en los que murieron cerca de 3.000 personas.

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Hubo en esa ceremonia y en otras muy emotivas celebradas en la zona cero, el lugar en el que cayeron las Torres Gemelas, palabras abundantes sobre el dolor que perdura, la memoria de las honorables víctimas y las lecciones que es necesario extraer de un acontecimiento que ha marcado hasta la fecha este siglo. Hubo también un bonito gesto de concordia en la comparecencia conjunta de la actual primera dama, Michelle Obama, y la que la precedió, Laura Bush, en Pensilvania, donde cayó el avión secuestrado que se dirigía a Washington.

Se cumplió, por tanto, el ritual de esta luctuosa fecha. Pero eso no ha podido ocultar la degradación del clima político, acentuado estos días por la campaña electoral, pero persistente desde que Obama llegó a la Casa Blanca. "Este es un tiempo difícil para nuestro país", admitió ayer el presidente en su semanal discurso radiofónico, "y es en estos momentos difíciles cuando algunos aprovechan para dividirnos sobre la base de todo aquello que nos diferencia, para cegarnos y no podamos ver todo lo que tenemos en común".

La llegada de Obama a la presidencia fue interpretada en su momento como una oportunidad dorada para reconciliar a un país que salía de ocho años en los se había sacrificado sin pudor el sistema de libertades en aras de una seguridad jamás conseguida. Pero el propio presidente confesó el viernes en una conferencia de prensa su frustración por el hecho de que ese logro, como otros esperados, no se haya alcanzado.

En algunos sentidos se ha retrocedido. El número de norteamericanos que creen equivocadamente que Obama es musulmán, lejos de disminuir, como sería lógico por el mejor conocimiento de su biografía con el paso del tiempo, ha crecido desde que es presidente. Hoy es el 18%, seis puntos más que en 2009.

"Curiosamente, el mejor comunicador en la campaña electoral ha sido incapaz de comunicar su propia labor como presidente", ha reconocido el gobernador de Pensilvania, Ed Rendell, uno de los principales aliados de la Casa Blanca.

Tampoco el Partido Demócrata ha sido capaz en el Congreso de transmitir una imagen de eficacia. Dividido entre numerosas tendencias, con frecuencia irreconciliables, y pendientes de intereses particulares, con frecuencia contrapuestos a los de Obama, los demócratas no han sido, pese a su gran mayoría parlamentaria, el soporte que el presidente necesitaba. Al descrédito del Capitolio ha contribuido, por supuesto, una oposición que, desde el primer día, apostó por una estrategia obstruccionista de la que no se han librado incluso algunos nombramientos de cargos que todavía están pendiente de confirmación parlamentaria.

Ese vacío de comunicación y esa laguna de eficacia han sido llenados por la demagogia de los sectores más radicales de la derecha y de los medios de comunicación. A falta de dirigentes políticos de estatura, los comentaristas de las televisiones y los columnistas de Internet han acabado convirtiéndose en los líderes de la oposición, y uno de ellos, Glenn Beck, de Fox, actuó como estrella principal de la mayor demostración de fuerza del movimiento de extrema derecha Tea Party, el pasado agosto en el Mall Nacional de Washington, el amplio espacio público situado ante el Capitolio.

La última embestida contra Obama está vinculada a una oleada de islamofobia. El presidente ha sido criticado por haber respaldado la construcción de una mezquita a tres manzanas de la zona cero, a la que se opone más del 60% de la población, y también por haberse sumado a los que pidieron al pastor Terry Jones que renunciara a su espectáculo de quema del Corán. Tanta ha sido la presión en este terreno que Obama se vio obligado a recordar el viernes ante los ojos de toda la nación que su fe es el cristianismo y a insistir en que defiende el derecho de los musulmanes a construir la mezquita -en realidad, un templo religioso dentro de un gran centro cultural- porque las leyes de este país lo permiten, no porque él comparta ni esa confesión ni ese proyecto en particular.

Un niño reza en la <i>zona cero,</i> en un lugar lleno de flores para homenajear a las víctimas de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Un niño reza en la zona cero, en un lugar lleno de flores para homenajear a las víctimas de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.AFP
Barack Obama y el jefe del Estado Mayor, Michael Mullen, guardan silencio en la ceremonia celebrada en el Pentágono.
Barack Obama y el jefe del Estado Mayor, Michael Mullen, guardan silencio en la ceremonia celebrada en el Pentágono.REUTERS
El presidente de EE.UU., Barack Obama, honra a las víctimas de los atentados del 11 durante un servicio conmemorativo en el Pentágono, el sábado (11 de septiembre), donde instó a los estadounidenses a "renovar nuestro sentido de propósito común".Vídeo: AGENCIA ATLAS

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