Nicola Cabibbo, figura de la gran tradición italiana de física
El pasado 16 de agosto fallecía en Roma, a los 75 años, uno de los físicos teóricos más relevantes en el campo de la física de partículas. Su contribución más importante fue la explicación de por qué las desintegraciones de las partículas en las que hay un cambio del número cuántico llamado extrañeza son menos probables que las desintegraciones en las que no hay cambio de extrañeza. Para ello, supuso que los quarks intervinientes deberían estar mezclados mediante un ángulo que fijaba la proporción, el ángulo bautizado posteriormente con su nombre.
El artículo, publicado en 1963 en Physical Review Letters, fue el más citado de los 350.000 publicados en todas las revistas de la Sociedad Americana de Física desde 1893 hasta el año 2003. Su idea, implementada de una manera elegante, fue extendida a otra generación de dos quarks y, posteriormente, en 1973, permitió a los físicos japoneses Makoto Kobayashi y Toshihide Maskawa formular la existencia de al menos tres generaciones de quarks, generalizando la idea del ángulo de Cabibbo. Por ese trabajo los físicos japoneses recibieron el Premio Nobel en 2008.
Muchos físicos de la comunidad internacional se extrañaron de que Cabibbo no estuviese entre los premiados, esperando que fuese galardonado en los próximos años. Sin embargo, ya no podrá ser así; tampoco recibirá la prestigiosa medalla Dirac, galardón concedido por el Centro Internacional de Física Teórica de Trieste (Italia) una semana antes de su fallecimiento.
La aportación de Cabibbo con las tres generaciones de quarks quedarán como piezas fundamentales del llamado modelo standard de la física de partículas. Su actividad científica se enmarca dentro de la gran tradición italiana en física subnuclear iniciada por Enrico Fermi en la década de los treinta y proseguida por la escuela que él formó, entre los que se encontraba Edoardo Amaldi, uno de los profesores de Cabibbo. Este mismo es cabeza de toda una serie de prestigiosos físicos teóricos como Guido Altarelli, Giorgio Parisi, Lucioano Maiani, Roberto Petronzio y Guido Martinelli, varios de los cuales fueron doctorandos suyos en la Universidad de Roma. En la década de los setenta, esta universidad estaba muy masificada y con muchos problemas, con lo que es muy difícil pensar que pudiese germinar tanta calidad científica a no ser que existiese alguien con la capacidad investigadora y creativa de Cabibbo.
Esa faceta de profesor la pudimos constatar al final de los años sesenta los doctorandos españoles en un curso que impartió Cabibbo en Madrid, donde se esforzaba porque se le entendiese el alcance de sus ideas.
La mayor parte de la vida de Cabibbo transcurrió en la Universidad de La Sapienza en Roma, aunque estuvo diversos años en otros centros, como el Laboratorio Nacional de Frascati, Princeton, Harvard, Universidad de París VI, Universidad de Roma Torre Vergata, CERN y el Laboratorio Lawrence de Berkeley, donde escribió el famoso artículo.
Cabibbo también tuvo importantes responsabilidades en la política científica italiana e internacional, siendo durante nueve años director del Instituto Nacional de Física Nuclear Italiano, institución que coordina y apoya la actividad de las universidades y centros de investigación en física de partículas, y delegado científico de Italia en el CERN
[Laboratorio Europeo de Física de Partículas, Ginebra], del que fue vicepresidente durante tres años.
Era presidente de la Academia Pontificia de Ciencias, siendo un católico declarado, y frecuentemente participaba en debates sobre ciencia y religión. Hace un año participó en Roma en un debate conjuntamente con Arno Penzias, premio Nobel de Física, sobre si la ciencia podía llegar a excluir o probar la existencia de Dios, y en particular sobre la teoría de los multiuniversos. La posición de Cabibbo era que Dios y la ciencia no solo no eran incompatibles, sino que para un cristiano la búsqueda del conocimiento del universo era un imperativo que no tenía limitaciones, aparte de las de índole ética. Penzias, respecto a la teoría de los multiuniversos, fue escéptico, indicando que para ser física primero tenía que predecir algo medible y verificable.
Carlos Pajares es delegado científico de España en el CERN y catedrático de la Universidad de Santiago.
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