Un peligro supernatural
El último sofá diseñado por Jasper Morrison recuerda exageradamente a un clásico modelo de Ikea
Hace unos años, el británico Jasper Morrison y el japonés Naoto Fukasawa emprendieron una reivindicación de lo que ellos consideran los mejores diseños: los cotidianos que, a fuerza de uso y costumbre, se habían hecho invisibles. Los que de tan útiles, prácticos y necesarios acompañan nuestra existencia sin que apenas reparemos en ellos. Todos tenemos alguno: el lápiz, la grapa, la huevera, el palillo...
Morrison y Fukasawa acuñaron un sello para distinguir esas piezas: diseño supernatural. Alegaban que ante lo necesario no se necesitan argumentos, que la dificultad de asociar esas piezas a un momento histórico, a un país o a un autor probaba la eternidad de su vigencia. Es cierto que el uso cotidiano es la prueba irrefutable del triunfo de un diseño, aunque no todo lo cotidiano disfrute de un buen diseño ni todo lo extraordinario esté mal diseñado. Con todo, la teoría supernatural estaba clara. Hasta que el propio Morrison, que se ha dedicado a simplificar los clásicos y a actualizar piezas de mobiliario incombustibles, como las sillas de los cafés, se ha acercado este año -¿peligrosamente?- a un catálogo tan conocido como el de Ikea.
Nunca el catálogo de la firma sueca había inspirado a grandes creadores
El mueble es básico: respaldo bajo sobre patas de forma redondeada
A nadie se le escapa que el departamento de diseño de la empresa sueca se nutre más de reformular y simplificar las tendencias que idean otras empresas que de desarrollar las propias (cosa que también hace, pero en proporción mucho menor dentro de su extensísima producción: de una servilleta a una casa prefabricada). Con todo, también es cierto que nunca hasta ahora el catálogo de Ikea había servido de inspiración para los productos de los grandes. Y, más allá de que Ikea sea el mayor productor de muebles del mundo, bajo la etiqueta de grande caben aquí el diseñador Jasper Morrison y el productor italiano Giulio Cappellini.
Este año Morrison ha presentado como novedad un sofá desenfundable que ha bautizado con el nombre de Camp. El mueble es sencillo, básico. Tiene un respaldo bajo que con su asiento recto forma una pieza casi monolítica (unida por el forro) sobre patas de forma redondeada. No hay almohadones sueltos ni piezas de quita y pon, es decir: el sofá no se desmorona fácilmente con el uso y, por tanto, no solo se adapta a cualquier entorno -por su exacerbada neutralidad-, sino que también se acopla a la vida cómoda de quien no quiere estar recomponiéndolo a cada rato. Simple, oportuno, amable -por las líneas redondeadas- y extremadamente pragmático de fácil mantenimiento e incluso con bolsillos revisteros a los lados, el sofá es, sin duda, un producto digno de llevar la firma de un diseñador serio como Morrison. Solo que Ikea lleva décadas produciendo el Klippan, un sofá superventas extremadamente parecido al nuevo Camp que ahora llega al mercado.
Hace 30 años un empleado de Ikea se hartó de que sus hijos tuvieran prohibido jugar en el sofá por miedo a que lo estropearan. Pidió ayuda a otro compañero del equipo de diseño de su empresa y juntos decidieron que un sofá a prueba de niños no podía tener botones ni piezas sueltas, que debía ser fácilmente desenfundable y lavable y que debía tener formas redondeadas y poco agresivas. Corría el año 1979. Un año después, Sven Fristedt ideó una funda con la que salió a la venta el Klippan, todo un clásico que ha ido reduciendo su coste desde que fue ideado y que, al parecer, ahora homenajean los ilustres del diseño. ¿Será el Klippan ya un diseño supernatural?
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