La espía que volvió al frío
Se ha armado un buen bochinche con Anna Chapman, la ex espía rusa. Le propusieron posar para un reportaje fotográfico en la revista Zhará, y aceptó. Fue al Baltschung Kempinski, un hotel de cinco estrellas de Moscú, la maquillaron y la vistieron con unos ceñidos vestidos. El fotógrafo hizo su trabajo y el director de la publicación aceptó que se quedara con copias de las imágenes. Y, ¡sorpresa!, de pronto han aparecido en el diario de mayor tirada rusa, el Komsomólskaya Pravda, mucho antes de que pudieran hacerlo en la revista que tuvo la iniciativa y que pensaba publicarlas en octubre.
Parece ser que Chapman las colgó en su perfil de Facebook, y que de ahí las robaron. El director de Zhará ha amenazado con denunciarla por no haber respetado el acuerdo: se trataba de un posado exclusivo. Ella ha dicho que le hicieron las fotos para su "uso personal". El caso es que no cobró ni un duro (eso dice).
Anna Chapman forma parte de los 10 espías rusos que fueron descubiertos en Estados Unidos el pasado julio y luego canjeados por cuatro agentes que trabajaban en Rusia para los americanos. No habían hecho gran cosa, unos cuantos informes chapuceros. Eran espías de pacotilla en una época en que la guerra fría es cosa del pasado, y no conocían ni el peligro, ni el vértigo, ni la acción.
La única que ha dado que hablar de este intrascendente episodio ha sido Anna Chapman. Por su melena rojiza y su belleza. De regreso a Rusia no tardó en tener una oferta, que declinó, para protagonizar una película pornográfica. Tiene 28 años y estuvo casada con un ruso ("eres la chica más guapa que haya visto jamás", ha contado su ex marido que le dijo cuando la conoció). Se divorciaron.
Ella dice que antes de irse de su país trabajó allí en un portal inmobiliario, que en Londres formó parte de una compañía de grandes inversiones y que en Estados Unidos montó una empresa especializada en tecnología, Internet y entretenimiento. Ahora que ha regresado al frío posa enseñando sus largas piernas y luciendo un buen escote. El acuerdo que firmó para no ser procesada por espía incluye un punto que le prohíbe hablar de aquella experiencia. Así que, condenada al silencio, no ha tenido mejor opción que sacarle brillo a su melena.
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